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Volviendo de Castillo

Volviendo de Castillo

Giro a la izquierda desde Cristianía
pedaleo despacio por Venezuela
sobre mis piernas descansa
el peso de la semana.

Interrumpe mi distracción
un fulgor en la noche
hacia el horizonte
de San Justo.

Curioso busco huecos para espiar
alterno una mirada cautelosa
al espejito retrovisor,
a mi lado zumba el 174.

La descubro llegando a Lisboa
entre brillantes flores lila
de un jacarandá
y el irregular crecimiento
de las terrazas.

Pedaleo un último tirón
miro hacia abajo
para reforzar mis piernas
que trabajan contra
la suave pendiente.

Vuelvo al llano
veo esta luna
inmensa, anaranjada
preñada.

Calza perfecta
entre los postes de luz
tangencial al camino
de Cintura.

Me ha regalado
un poco de belleza
para romper
otro día maquinal.

Ilustración La Rebelde

Leyendo La Náusea, de Sartre, comprendí (y le robo el concepto) que existir es estar ahí, que la existencia no habita el mundo de los razonamientos. Y así nació este poema.

GERMÁN GROB, Volviendo de Castillo.

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La Tarzán de Castelar

Ph La Rebelde

*Escribe Germán Grob

En el pituco barrio de Castelar, exactamente frente de la estación del Sarmiento, uno puede llegar de casualidad a este bodegón. Si viene del oeste profundo, en dirección al Once, al salir del andén lo encontrará; si el caso es el inverso, digamos que se dirige hacia Moreno, bajará del otro lado de las vías, se mete al túnel y desemboca justo en la fonda.

Ph La Rebelde

Hay quienes dicen que Castelar es cheto –una suerte de Belgrano en el oeste. Es cierto que del lado norte se caracteriza por casas amplias y prolijas, pero lo que distingue la ascendencia social desde lo habitacional en un barrio son las piletas empotradas en los patios –ya no las pelopincho en las veredas –; y en Castelar Norte no escasean las primeras. Un sábado otoñal, de mediodía avanzado, requiere fortuna si se gusta de las mesas de afuera. Al entrar despiertan curiosidad la variedad de afiches y objetos que decoran el salón. Por supuesto, una amplia barra mostrador con su botellerío por detrás dan aires de herencia pulpera. Hacia el fondo, junto a un viejo mueble, la típica ventanita por la que van y vienen platos. Los cuadritos del salón homenajean la cultura, la política y el deporte; desde Gardel, Pappo, Bela Lugosi, Marlon Brando y Guevara hasta el club de la ribera.

Ph La Rebelde

La fugaz visita impulsada por recomendaciones de parientes y amigos, mediada por algún café, derivó en probar bocado ante el ir y venir de platos y la cartelera que anuncia el menú del día: tapa de asado al horno con papas, paella, carbonada, guiso de conejo, lechón y cordero. No menos atractivo resultó el sorprendente precio popular de las comidas.

Ph La Rebelde

Una doña entra, escruta el lugar luego de elegir su mesa, llama al mozo y pide la carta; vuelve el muchacho con su trapo colgado del antebrazo y le presenta la pizarra que los habitué pasan a consultar antes de sentarse. Una clienta conocida pide lechón, su hígado de avanzada edad no duda y las papas horneadas resultan convenientes ante la recomendación del dependiente del lugar. Por la ventanita sale un plato de ñoquis cargado en forma de montañita, al rato una carbonada servida en su propio zapallo. Los ambulantes del Sarmiento con sus mercancías a cuestas piden empanadas y un vino al pasar, comentan las ventas y continúan su jornada. Se ausenta la doña de su mesa, se acerca el mozo y me consulta si le he visto entrar al biorsi, parece que acostumbra retirarse sin saldar cuentas. Se libera una mesita fuera del salón, salgo, pasa el tren hacia Morón, me siento y miro el transitar de gente por la peatonal. Doy una última ojeada hacia la fonda, un cartelito en la ventana anuncia atención desde 1948, imagino sus comienzos y paladeo los últimos sabores de la tapita al horno en la Tarzán de Castelar.

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Milonga de la mulita

MILONGA DE LA MULITA

Del barrio de Luzu saliste
jetón y buche, sin escarmiento
con pavura hoy andás
por las calles sin pavimento.

Pateaste la América toda
Machupichu, la Puna y el Tucumán
cerraste un beneficioso acuerdo
al abrazar al concejal.

Artesano de los paisajes
trascendiste hacia tus cuadritos
al beber las infusiones
del convite del san pedrito.

Te burlaste de aquel guapo
en tu recalada por la feria
mas de una paliza empardó
la birlada de su flor.

Huyendo conociste
a mescalito a través del cactus
y en tu ignorancia de Don Genaro
creías reverenciar al diablo.

Y es que alardeás de quemado
de tu pasado lumpenaje
sos la mulita del trompa,
el bufón del caretaje.

¿Cuándo fue que conciliaste,
el tonal con el nagual?
La fábrica para los giles,
a los piolas libertad.

She’s so cold!
She’s so cold!
She’s so cold!
Aletea la mulita,
pentatónica cuadrada
y otro cover que se va.

Subvencionado vive este otario
de cuarenta y tantos años de edad,
de su mamita recibe
cada treinta días la mensualidad.

Su princecita de amor lo desborda,
corresponde con falsas promesas;
las sierras, los mares, el sol
She’s so cold!
She’s so cold!
She’s so cold!

Y al arrimar a Casanova
ramas sin flor arrebata;
por la ochava de fiera y gallo
combustiona un paraguayo.

De su hembra, ¿pa’ qué hablar?
Cachivache de barrio picante
cuando el tufo se puso bravo
la entregó cual estandarte.

Furiosa acusó pagarés,
a vo’, a vo’ y a vo’;
el turro amagó acompañarla
She’s so cold!
She’s so cold!
She’s so cold!

Me aflojaste la mano, rezonga
con ardor este chambón
siga rasgueando, mulita
la milonga a su protector.

Pillo del inquilinato
este payasó se ufanó.
Ya no sale de su cueva
She’s so cold!
She’s so cold!
She’s so cold!

Un escritor del Oeste dice: «existir a través de la palabra«. ¿Cuánto hay que morderse la lengua? ¿Cuán elástica es la cuerda de la civilidad? Este personaje nos tuvo a mal traer por meses, irrumpió en reiteradas oportunidades en nuestro humilde y apacible hogar, con sus toxicidades y griteríos propios de los haraganes que viven trampeando al único modo de vida honesta: laburando. En alguna oportunidad, bajo un descomunal esfuerzo por esbozar una idea política, este parásito social vomitó su máxima: «ya le doy demasiado al Estado». Eso sí, en distracciones de su ideario y sin sonrojarse acepta legalmente todo tipo de asistencialismos. Su máxima anterior se ubica, necesariamente, por debajo de un principio irrenunciable: rascarse, sin perjucio de ella. Cierto día colmó las paciencias, se desentendió de respetos y trazó su propio destino. Compuso, sin querer, su melodía; a la que bajo el influjo de payadores y rabia masticada, con simpleza, me permití dar letra.

Estos versos son para vos, mulita.

GERMÁN GROB, Milonga de la mulita.

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No pibe

*Escribe Germán Grob

Una reflexión sobre lo trascendido públicamente el 26 de agosto de 2021, en la Escuela Técnica 2 de Ciudad Evita, La Matanza, Buenos Aires, Argentina, cuando una compañera docente fue registrada en video durante su clase.

No, no, no, no pibe, no lo hagas, que eso está mal…
JAVIER MARTINEZ, MANAL, No pibe

Año 1997, tercero de la Secundaria -la vieja secundaria, la de 5, bachiller o perito- clase de Lengua y literatura. Le confieso a la profesora que abandono el libro y me rehuso a completar su lectura. Macondo excede el límite de lo verosímil cuando en la revuelta bajan de un escopetazo por la espalda al cura del pueblo, quien por calmar las pasiones se puso a levitar. Alboroto e intercambio de opiniones dan lugar a mi certeza: puede haber ganado el Nóbel de Literatura, dicen que Borges es mejor, el libro me cansó. Mónica se escandaliza, manda a llamar a la vicedirectora y expone la situación.

Sería de manual afirmar que toda discusión es política y que todos somos políticos, que nadie es neutral. Discutir una novela de García Márquez, desde la incomprensión del realismo mágico, no representa riesgo ideológico alguno. Macondo no es Ciudad Evita, en la Técnica 2, año 2021. Encuentro entonces que la escena escolar es válida porque en 5 años de escuela secundaria no tuve una sola clase, en ninguna asignatura, donde se haya mencionado la dictadura militar de 1976. Fresca aún, con una mecha que en aquellos años ‘90 volvería a encenderse.

Si la compañera, con su ferviente defensa del período kirchnerista, adoctrina a los estudiantes; ¿qué hacían con mi generación, mientras saqueaban las riquezas de la nación? ¿Qué hacían con nosotros, al negar un genocidio con las leyes del perdón?

Poco más de una década después, transito los pasillos de otra Técnica 2, no en la ciudad con manzanas en rodete, sino en Bahía Blanca. Inevitable resulta detenerse frente a una foto de Mitre, aquel que encabezó la Guerra contra el Paraguay para que la oligarquía terrateniente socia de Londres amplíe sus riquezas.

¿Habrá escuela sin un cuadrito de Domingo Faustino? Sarmiento, padre del aula, aquel que pidió regar el suelo de la patria con sangre de gauchos y de indios. Huele a adoctrinamiento.

En las escuelas públicas hay ideologías, se discuten ideas, hay política. Y así debe ser, porque el debate y el compromiso nos hace ser solidarios, construir centrados en el bien común -de comunal, o comunista, ojo al piojo-. Porque aunque no les guste, a la escuela pública van los hijos de los laburantes.

Los de adentro, los que firmamos el libro de temas -si es que hacemos algo más que recibir un salario a cambio de impartir conocimientos neutrales- nos preguntamos acaso ¿Qué estamos enseñando en valores? ¿Cómo nos posicionamos ante la sociedad vigilante? El panóptico de Foucault, el 1984 de Orwell, los algoritmos servicio de las redes sociales, ¿los problematizamos? Hay una sociedad animal, voraz, furiosa por la denuncia. Las nuevas tecnologías aparecen por estos tiempos como un fetiche de la doña ciudadana; saca el teléfono, deja el botón de la foto presionado y aporta el video que la impulsa a la cima de los medios de comunicación. En plena pandemia durante el 2020, con un semitoque de queda, la cuidadana se pasó horas chusmeando por la ventana para botonear a los vecinos. Un año despues se enteró que el mismísimo Señor Presidente de la Nación, profesor de Derecho en la UBA, distrajo su moral e incumplió su propio Decreto de Necesidad y Urgencia. El punto aquí es que esa onda de la sociedad de control se metió en las escuelas, que la cuidadana vigilante tal vez tenga módulos de alguna asignatura. Y así los pibes terminan por contradecir su propio y natural espíritu, el de rebelarse y discutir todo, a cambio de entregar el espacio que les es propio, las aulas, allí donde debe estimularse el debate y la confrontación de ideas aún cuando exista un autoritarismo pedagógico, porque los centros de estudiantes, otros profesores y estudiantes debemos  solucionar esas problemáticas en ese espacio.

Luego de algunos años ya no sorprende la actitud de algunos compañeros, la de no meterse o señalar, al fin y al cabo nada teme quien nada se juega. Lo lamentable, claro está, son aquellos colegas que vomitaron precozmente contra la docente de Ciudad Evita, por oficialista, por el vigor en la defensa de la década ganada. ¿Hace falta, en medio del escarnio público, centrarse en el contenido y las ideas de la compañera? Tal vez hayan coincidido con el ministro de educación al exigir que la aparten de su trabajo.

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Torrents: una guía básica por el libre acceso a la cultura

*Escribe Germán Grob

Una observación inicial

Esta nota no es un tutorial, no podría serlo. Constituye, sin más, un intento por explicar conceptos técnicos complejos que abran camino al mundo del libre intercambio de contenidos digitales. Hacia el final se ofrece una breve guía, como puesta en práctica de las herramientas desarrolladas para acceder a tales contenidos. Los programas o aplicaciones, sus configuraciones y todo aquello que pueda suponer dificultades no superadas ni abordadas en esta guía son explicados en innumerables tutoriales ofrecidos en video online o textos con imágenes, fácilmente encontrables en la web. El fin aquí es contar de qué se trata la red donde los individuos comparten la cultura, sin restricciones ni imposición alguna.

Internet y masividad: intercambios de contenidos

El acceso a contenidos digitales a través de la red (internet) se ha ido masificando con el paso del tiempo. Es la banda ancha, entendido esto como “velocidades de navegación” en tiempo real y descarga de archivos en plazos relativamente cortos, hacia los años 2000 –tal vez 2005/2007 en adelante, en Argentina– lo que ha permitido este proceso. Ya no es cosa de expertos o “informáticos”, es en verdad una conducta de los individuos que utilizan la internet; la mayoría de las personas busca y descarga o accede en línea a todo tipo de contenidos. Sin embargo, las limitaciones son grandes y aquello a lo que podemos acceder –por desconocimiento– redunda en un círculo conocido; miramos siempre las mismas películas, escuchamos las mismas canciones y leemos los escritores más conocidos.

Las plataformas de contenidos por streaming –Netflix, Youtube, Spotify y tantas otras– además de limitarnos en la variedad nos generan dependencia, son fáciles de usar y nos acostumbramos, luego no podemos usar otras herramientas. Pero hay algo más, el contenido allí alojado puede no estar disponible, definitivamente, en cualquier momento. Como alternativa se pueden descargar los contenidos, se baja el material por vía directa desde esas plataformas o por servidores de archivos y se guarda localmente en la pc o el teléfono.

Torrents, la alternativa para no perdernos nada

Hasta aquí lo habitual, es decir las opciones por las que nos movemos, con las limitaciones mencionadas. ¿Existen alternativas? Sí, los torrents.

Los torrents han sido utilizados para compartir archivos desde la masificación de la banda ancha, incluso desde antes, en tiempos de las conexiones a la red por línea de teléfono, en sus predecesores como el eMule y otros programas de descarga de velocidades muy bajas. Intentemos pues explicar algunos conceptos técnicos importantes y necesarios.

Existen dos formas principales para descargar contenidos –al decir contenidos nos referimos a audio, video, texto, imágenes-: Centralizada, desde un servidor. Se descarga el archivo desde algún sitio o web, como Youtube, Drive de Google, etc. Esto es conocido como modelo Cliente-Servidor, donde hay una jerarquía; si el Servidor (mayor jerarquía) se cae o borra el archivo, el Cliente se priva del contenido. Descentralizada, sin jerarquía, entre pares o iguales; conocido como modelo p2p. Profundicemos en el modelo p2p. Aquí no hay un servidor que gobierne sobre el resto, todos los dispositivos (computadoras, teléfonos, etc) son iguales, se comportan como servidores (suben archivos) y como clientes (descargan). Se elimina así el problema de la dependencia con el servidor, borrado de archivos o caída del mismo. Se puede pensar que la red p2p es colaborativa, todos los dispositivos comparten; además de ofrecer mayor libertad, pues no hay políticas de censura que impongan qué archivos son válidos para descargarse.

Comprendido, al menos básicamente, el concepto de red entre iguales (p2p, insistiendo en que es descentralizada) pasamos al torrent. ¿Qué es un torrent? Es un archivo que contiene información sobre los pares (los dispositivos, computadoras, teléfonos, etc) que comparten el archivo de interés a descargar. Intentemos clarificar: supongamos que de alguna manera (luego llegaremos a ello) encontré al archivo que deseo descargar, tal vez un video; bien, primero descargo el archivo torrent que contiene información sobre los pares que comparten el video. El torrent (archivo con información de los pares que comparten lo que se va a descargar) descarga y comparte el archivo (audio, video, etc.) mediante un software (un programa o aplicación). Sin entrar en detalles, el archivo torrent tiene una variante que es el archivo magnet (enlace magnético) que puede ser abierto con el mismo software de descarga. Vemos que dentro de la red (internet) se pueden intercambiar contenidos entre iguales (pares) que los comparten libremente. El archivo torrent, además de la información sobre los pares que comparten el archivo a descargar (audio, video, etc) contiene información sobre los trackers, los servidores que permanentemente actualizan la cantidad de pares y localizaciones de quienes comparten el archivo a descargar. Podemos pensar al tracker como un servidor (una computadora online permanentemente) que avisa al torrent que estamos descargando desde qué pares descargar.

Hemos desarrollado los conceptos técnicos básicos sobre cómo trabajan los torrents; como vimos, se requiere un software, un programa o aplicación en nuestra computadora o teléfono para poder descargar contenidos que se comparten. Surge el problema ya mencionado, ¿de dónde obtengo el torrent que me permite descargar lo que busco, sea audio, video, texto, imágenes? Aquí se abre un mundo y es cada individuo quien va construyendo sus lazos culturales de intercambio de materiales digitales de todo tipo. El archivo torrent se puede recibir por mensajería, luego se abre con el software necesario y se espera completar la descarga. Lo cierto es que los torrents se buscan, o bien se visualizan por suscripción en algún sitio web de interés.

La búsqueda de torrents se hace en motores específicos, como si se buscase información en Google, pero de torrents. Es decir, en un navegador web (Firefox, Opera, Chrome) debo colocar la dirección electrónica exacta del motor de búsqueda (del tipo www o http://) y desde allí tipear palabras claves de lo que se busca descargar; el buscador devuelve una serie de resultados, se elige el torrent, se descarga el archivo torrent y el software específico comenzará la descarga de lo que se busca. El buscador más conocido –merece especial atención– es la bahía del pirata (the pirate bay, TPB). TPB hace casi 2 décadas que almacena búsquedas de torrents y ha dado batalla a todo tipo de ataques y censuras por diferentes Estados autoritarios. En general, el dominio (la dirección electrónica) de TPB sigue la forma https://thepirate-bay.org, donde [.org] suele variar. Si ese servidor, alojado en algún pais del mundo, es bloqueado por los gobiernos; los administradores de TPB lo vuelven a montar en otro lugar, cambia su dominio [https://thepirate-bay.se] tal vez, y así sucesivamente, gambeteando las políticas absurdas de impedimento de libres intercambios.

TPB es un buscador de torrents, pero además es un tracker abierto. Los servidores de TPB actualizan los pares (dispositivos) que comparten los archivos permanentemente. Existen trackers privados donde su acceso requiere una cuenta de usuario y donde el intercambio es forzadamente colaborativo, lo que implica que para descargar hay que subir, necesariamente, bajo auditoría del tracker. Estos trackers privados tienen un sistema de ratio, entendido esto simplemente como un cociente (una división) entre lo que se sube y lo que se baja. En general, los trackers privados exigen un ratio mínimo de 0.5, donde lo descargado debe compensarse subiendo al menos la mitad. Veamos; si un usuario del tracker privado descarga archivos que suman 2 GB, debe subir al menos 1 GB, manteniendo su ratio por encima de 0.5. De esa forma se evita el abuso de los usuarios que descargan y quitan sus archivos rápidamente, sin compartir. Los trackers privados, además, permiten cierta durabilidad relativa de los archivos: si un archivo, video por caso, con el tiempo deja de ser compartido, no tiene pares, puede ocurrir más tarde que otro usuario desee descargar ese video; tiene aún la opción de pedir un reseed (que los usuarios vuelvan a compartirlo) y completar la descarga. Naturalmente los usuarios dejan de compartir archivos, pues nadie puede almacenar infinitamente en sus dispositivos; pero quizás los guardan en otros soportes y los vuelven a compartir ante un pedido de reseed. ¿Cómo se obtiene una cuenta en un tracker privado? Por invitación de otro usuario, o bien cuando el tracker abre sus registros. Hoy día los trackers privados no son tan apetecidos, pues los trackers abiertos como TPB suman permanentemente usuarios que libremente intercambian archivos; son de hecho, lugares de intercambio de materiales en archivos digitales muy específicos, de culto quizás. Un tracker privado muy conocido en Argentina es Bit Torrent Argentina (http://www.bt-arg.com.ar), donde los usuarios intercambian hasta películas de culto en VHS digitalizadas.

Seguridad y privacidad. Cautela y autoelección para los intercambios

La descarga de archivos mediante torrents es más segura, desde el punto de vista de la privacidad, que la descarga directa desde un servidor. Quien descarga un video, por ejemplo desde el Drive de Google, está más expuesto que bajo el intercambio entre pares; pues ese servidor sabe, mediante la IP (dirección electrónica única de todo equipo conectado a la red) y almacena datos de quienes descargan y navegan por sus servidores. Si un gobierno monitorea a un usuario, sabrá muy fácilmente lo que descarga. Al utilizar torrents –recordemos que son pares que intercambian archivos– el monitoreo se complica porque son muchos dispositivos desde diferentes partes del mundo compartiendo porciones. Sin embargo, no es completamente privado el intercambio entre pares; como no es completamente privada la navegación, ni la utilización de servicios web (como los mails, aunque sean correos fuertemente encriptados). Para una absoluta navegación y descarga de archivos de forma privada son necesarias las VPN, redes privadas virtuales con costos nada bajos.

A los bifes

Poniendo en práctica lo expuesto, la descarga de contenidos mediante torrents supone la siguiente secuencia:

1- Instalar un software en nuestro dispositivo, sea pc o teléfono. Transmission corre en Windows y Linux (si hablamos de pc) y en Android (teléfonos). Es seguro, no requiere licencias, pagos, ni vencimientos. Es preciso tener instalada esta aplicación, pues sin ella no se podrá abrir el archivo torrent.

2- Buscar el material que queremos descargar. Esto depende de las necesidades de cada individuo; lo que busca, formatos, calidades (en caso de audio o video). Al ingresar al mundo del intercambio, cada quien va ampliando y creando sus lugares de interés. Para comenzar podemos recomendar:

  • https://thepirate-bay.org TPB, la bahía del pirata. El buscador de torrent más popular del mundo. Recordar que la dirección electrónica (el link) puede variar, en cuyo caso habrá que indagar la nueva dirección. Se debe tener en cuenta que cuantos mas pares tiene el torrent, más rápido se descarga. Los pares se mostrarán como seeders (usuarios que poseen el archivo completo) y como leechers (usuarios que no completaron la descarga). Si el archivo no tiene seeders, pero sí leechers, es probable que no se complete la descarga.
  • http://www.bt-arg.com.ar BitTorrent Argentina. Tracker privado que requiere registro para acceder.
  • http://www.argenteam.net Es una web cuyo acceso no requiere necesariamente registro. Allí se elaboran desde hace más de 10 años los mejores subtítulos en español neutro para video en otras lenguas. Además del subtítulo se ofrece el torrent para el video. El subtítulo está contenido en un pequeño archivo comprimido que se descarga por vía directa con el navegador web (Mozilla, Chrome, etc) desde esa página.
  • https://www.subdivx.com Es una web donde se ofrecen subtítulos. Puede complementar un video en otro idioma descargado desde TPB. Como en la web anterior, el subtítulo se descarga por vía directa desde allí. Debe accederse con precaución pues suele mostrar publicidades emergentes y abrir ventanas a otros sitios, potencialmente maliciosos.

3- Descargar el archivo torrent. Una vez decidido el material de interés se clickea en el link y se baja el archivo torrent o magnet (sin detallar, a los fines prácticos resulta indistinto). Ese torrent debe abrirse con el software cliente, Transmission, quien comenzará a descargar y compartir lo que hasta ese momento buscábamos. Simplificando, se busca el torrent, se elige y se accede para ver sus detalles, allí se mostrará algún link de descarga o magnet, se clickea y se baja un pequeño archivo. Ese archivo torrent deberá abrirse con Transmission, si se marca la opción de recordar la acción en adelante lo hará automáticamente. Comienza la descarga y en Transmission se puede monitorear el proceso.

4- Abir el material digital descargado. Al completar la descarga se deberá abrir el archivo descargado por fuera de Transmission. En el caso de los videos hay que contar con un software capaz de reproducir cualquier formato y los subtítulos descargados. VLC es seguro, sin licencias ni vencimientos, está disponible para pc y teléfonos.

Negocio y cultura. Un debate necesario

Alguna vez escuché a Manu Chao exlicar que no se oponía a las descargas de sus discos –en verdad se refería a la piratería– porque él mismo, cuando era muy joven y formaba sus primeras bandas de rock, copiaba casetes que le prestaban; y contaba que era la única forma de conocer nuevos artistas porque no había dinero para comprar todo. En tiempos de la música digital, del compact disc, las discográficas argentinas pagaban alrededor de $1 de cada $20 al artista. Las discográficas robaban al músico, incluso se apropiaban de la obra, pues obligaban en sus contratos a ceder los derechos. El artista quedaba sometido –salvo excepciones que marcaron un camino– pues el negocio lo monopolizaban un par de discográficas sin las que grabar era imposible.

Previo a la masificación del acceso a la banda ancha el consumo de películas se daba por alquileres en videoclubes, pero la llegada de la multinacional Blockbuster «se comió» a los videos de barrio. Con la banda ancha la piratería creció notablemente, las películas comenzaban a descargarlas los usuarios o se vendían copias en la calle. Sin embargo, el fin de de Blockbuster se produjo cuando los usuarios tuvieron a disposición una plataforma de video online, por srteaming, a precio realmente bajo. Netflix aniquiló a Blockbuster, no el mantero del Parque Rivadavia.

Volviendo a la música, los artistas no desaparecieron ni dejaron de producir arte; lo que cambió es la forma en que lanzan y distribuyen sus producciones. Sí han desaparecido muchas discográficas y las que quedan, gigantes de los negocios, tienen dificultades. Pero este interesante proceso ha provocado un resurgir artesanal porque muchos músicos graban y producen sin depender del financiamiento de las discográficas. La obra, el disco, evidentemente se piratea, pero tambien se compra como objeto de culto para los seguidores. Hemos visto tambien, durante la cuarentena de 2020, que los músicos realizaron presentaciones virtuales, recitales en directo; que tambien pueden ser pirateados. Sucede que la piratería viene después del lanzamiento, es como comprar el CD grabado al aire en el recital, se puede escuchar, sí, no en vivo. Así, los seguidores de una banda de rock pagan por el streaming para disfrutar del vivo, del imponderable, la sorpresa y lo emocionante de lo que está al venir. El show pirateado puede revivir ese momento, dejarlo por siempre; y ponerlo al alcance de quienes no pudieron vivenciarlo.

Se ha dicho mucho sobre la piratería del cine, argumentando siempre con el golpe bajo, «la piratería deja actores y técnicos sin trabajo». Como en la música, a los artistas y trabajadores de la industria los roban las multinacionales y los empresarios. Los amantes del cine van al cine, el laburante se dá ese gusto. Robert de Niro no irá a parar debajo del puente de Brookling porque piratean The irish man. Las producciones nacionales pueden ser inviables si no recaudan, es un hecho; bajar costos de los cines y apoyo financiero por los organismos públicos, puede ser una solución.

Un argumento decisivo, no a favor de la piratería sino por el libre acceso a la cultura es que el intercambio de archivos, lo que Manu Chao hacía de pibe con casetes y hoy se hace con torrents, permite ver una película que alguien nos contó, de hace 60 años y que es imposible tenerla a nuestro alcance, incluso pagando a Netflix. Los torrents amplían la cultura, no hay duda.

Dato de color: en San Justo, en el Oeste del Conurbano, Buenos Aires, Argentina; en Avda. Santa María muy cerquita de Edenor hay un videoclub de barrio. Sobrevivió a la piratería, la multinacional yanqui, no.

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El Boliche de Pichín

En algún lugar de la inmensa llanura

*Escribe Germán Grob

A riesgo de incurrir en una imprudencia catastral y cometer imprecisiones varias, diré que la avenida del exterminador de pueblos originarios -Julio Argentino Roca- se extiende desde el sur, sureste, desde la Ruta 3 hacia su extremo opuesto norte, noroeste, finalizando en el ferrocarril, diagonal a los espesos y lustrosos adoquines azules que interrumpen su trayectoria. La modesta densidad poblacional comienza en esta avenida de vergüenza histórica redimida en honores políticos, mas no en nuestros ancestros nativos, legítimos dueños de aquellas pampas. Juega suerte de mojón un badén de pocos metros que bien pudo ser una acequia ciega y seca, transversal al acceso de continuidad en la avenida. Hacia el centro geográfico y comercial, distante media cuadra de la plaza, se ofrece sobre la avenida la casa del doctor; un administrador del municipio cuya simpatía por el León de los bandidos se reduce al concepto social de “zurdito”. El argumento es suficiente, resultan rechazadas sus presentaciones en la fiesta. Al frente, huelga la imprecisión, el boliche de Pichín.

Por aquellos tiempos los boliches conservaban una atmósfera y una estética heredada de las pulperías. Salones viejos de techos altos, tres o cuatro mesas, pisos de madera y el botellerío detrás del mostrador, junto a alguna heladera de manija. Tal vez sea una exageración el parentesco pulpero, es que resulta una extrañeza aludirlos como “el bar”. En rigor el boliche de Pichín prestaba servicio gastronómico de rotisería, para el Turco y los muchachos, el copetín al cierre de la zapatería.

Pichín entra y sale da la cocina, va y viene a todo vapor, por el rectángulo de una pared lateral salen los platos y las pizzas. Parece excesiva la presurosa atención a los clientes; dos mesas ocupadas. La chaqueta de Pichín, grasosa y abrochada en desconcierto me resulta extraña, nadie utiliza ese atuendo para despachar comidas o bebidas por aquellos lares. En el boliche de Pichín, el Turco me sirvió el primer vaso de Gancia con soda y limón; bajo aprobación tácita de mi viejo. Por supuesto; el mozo, ayudante de cocina, cajero, limpia piso, dueño del boliche, Pichín, se constituía en destinatario irremediable de las bromas del Turco, acompasado por mi viejo. Podía pasar hora y cuarto, hasta que al fin preguntase -¿Algo para picar, señores? No recuerdo negativa alguna. Si la hora aproximaba la cena, dos o tres platitos de cinc con aceitunas, palitos y maní resultaban oportunos. En ocasiones el Turco eludía su comida nocturna y mi viejo postergaba la de casa; Pichín entonces marchaba una picada completa. De variedad azarosa, la falta de matambre casero se sustituía por una milanesa aceitosa cortada en cuadraditos, en ocasiones un tomate natural con un emplasto de mayonesa, tal vez un huevo duro sin cortar, cubitos de queso y salamín. En su histérico ir y venir Pichín olvidaba los escarbadientes y ante el socarrón reclamo, presentaba los cubiertos, cosa curiosa para un copetín. No exagero al recordar la reiteración de alguna milanesa por el piso; Pichín puteando, rascando su cabeza de dimensiones favorables a las bromas y nuevamente al platito, luego de una superficial limpieza con servilletas de papel. En la mesa para dos, al fondo, de impecable traje gris a rayas, haciendo juego con la carmela reluciente, el Pulpo agota a sorbos de cuchara la sopa humeante de la casa.

La mayor tragedia climática recordada en esos pagos es contemporánea a estos sucesos de vermú. Me quedé sentado con el Turco, la luz se hace intermitente, Pichín intranquilo. Mi viejo vuelve de casa, Pichín recoge el Gancia y el sifón, desconoce los niveles consumidos y pregunta cuánto se sirvieron, calcula con el aplomo del dominio de bandeja, se cobra y salimos del boliche. El Turco cojea los 3 pasos hasta la zapatería, al tiempo que agachamos la cabeza con mi viejo y en rauda disparada esquivamos las ramas que caen de las palmeras de la plaza. Una diagonal de ciento y pico de metros, cruzar la calle, atravesar el pasillo infinito chapoteando y ahí si, a resguardo. Con los días, el saldo de aquel tornado resultaba angustiante; techos completos de galpones aparecían en baldíos vecinos, un árbol centenario aplastando un Citroen 3cv, tendidos eléctricos desprendidos de los postes como racimos de una parra.

Pena, vacío, incomprensión. Enigmas del ser que en mis tiempos de temprana juventud profundizaron y complejizaron algo así como un existencialismo del que no se tiene, tan siquiera, conciencia. Tal vez el recuerdo melancólico de aquellos tiempos, personajes y sabores oponen resistencia a la tragedia. Pichín decidió poner fin a su historia.

Otros boliches recogieron el devenir de anécdotas y personajes, asumiendo estéticas acordes a la exigencia de pulpería. En el barrio de los turcos o en la avenida, en algún club de bochas o en aquel donde mi tío, por ascendencia paternal, sonrojaba su nariz al calor de un vino en damajuana que ofrecía El buscavidas, reducto perfumado por la bruma del mar y la herencia emocional de El boliche de Pichín.

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Libertarios del capital. Bastardeando un noble ideal

*Escribe Germán Grob

Un libertario no es de derecha. El rejunte de disparatados, reaccionarios y fascistas que se dieron cita el martes 26 en la Plaza de Mayo en la denominada Marcha Anticuarentena, promovió una notable y llamativa repercusión en los medios de comunicación de consumo de los autodenominados «libertarios». Uno de los bufones del circo per

sonificó en Javier Milei y José Luis Espert las ideas libertarias. Tan burda, como carente de consistencia, se vuelve la argumentación del pintoresco manifestante que corrientes dispares embanderan sus falsas ideas de libertad. Espert es un neoliberal, un representante político de las clases dominantes y se vuelve una simpleza descartarlo de las ideas libertarias dado que no se opone al Estado; en efecto, ha presentado una decadente candidatura presidencial en 2019. Veamos entonces al referente por descarte del simpático manifestante de la plaza. Es interesante la breve biografía de Javier Milei –Wikipedia, contrastada con coincidencias en notas periodísticas online varias– puesto que se trata de un hijo de la clase trabajadora. Su padre fue chofer de colectivos, aunque Milei no exprese sentido alguno de pertenencia, posicionándose ante la opinión pública como un hombre afecto al empresariado.

Rebeldía, juventud y anarcocapitalismo

La rebeldía, en la juventud, es conducta humana; se diría que una condición necesaria de ese tránsito a la adultez. La necesidad de independizarse, en un joven, requiere una cuota mínima de rebeldía. Tal vez esa cuota le permita sortear mandatos sociales ante la confusión y los temores que el mundo adulto supone. Así, el discurso de Milei -centrado en lo inadmisible de los impuestos y los impedimentos burocráticos que el Estado establece para dificultar esa emancipación- resulta atractivo para los jóvenes. Y más aún, alcanza a individuos practicantes de una onírica autogestión; práctica que en el ombliguismo de salvarse a sí mismos, sin solidaridad y apoyo mutuo, muere ante la crudeza y la parálisis que una peste mundial está provocando. Este discurso liberador de Milei es una simple oda al emprendedurismo, aquel que los neoliberales siempre promovieron para romper y achicar el trabajo asalariado en beneficio del capital. Con todo, el argumento más exaitante que esgrime es el de anarcocapitalismo. Este falso concepto le imprime cierta civilidad a la anarquía, un matiz despolitizado. Es claro que la anarquía ha sido degradada por la historia y el periodismo mercenario. Posterguemos por un instante el concepto de anarquía y su verdadero significado. Volvamos al economista del capital, Javier Milei. Para este iluminista de la acumulación sin restricciones de riquezas, la solución a la pobreza y la desigualdad es el anarcocapitalismo. En su pedagogía de shows televisados, con su didáctica despojada de tecnicismos, explica que hay que eliminar al Estado, una especie de monstruo autoritario que se impone a las libertades individuales. No hace falta ser catedrático ni universitario para comprender que el capitalismo sin Estado no existe. El Estado es el conjunto de instituciones políticas y jurídicas, bajo el control de las clases dominantes -el capital- que preserva la propiedad privada; las fuerzas represivas el principal aparato de violencia para su resguardo. Nuevamente, no existe capitalismo sin Estado. Milei, como todo buen burgués, aunque resulta una marioneta del burgués, sabe perfectamente de la necesidad del Estado para la supervivencia del capital. Su verdadera y oculta propuesta es la de achicar el Estado, jamás abolirlo. Elimínese el Estado y las masas tomarán lo que es suyo por ser quienes crean la riqueza y por resistir siglos de explotación y opresión. Milei y su capitalismo quedan así reducidos a palabras necias, aunque efectivas.

Abolición del falso concepto

Este falso posicionamiento ante el Estado que Milei promueve prende en la juventud y se romantiza con la palabra libertario. El individuo autónomo, acumulador de capital, sin la intromisión del Estado en los negocios de los particulares, comprendido como libertario. Un disparate. La libertad que Milei propone, la de las clases dominantes o el absurdo del «ser tu propio jefe», se sostiene en el sometimiento a las clases sociales bajas; la libertad del burgués a expensas de la miseria del trabajador.

Un libertario entonces, por naturaleza, pertenece a las clases populares, a la clase trabajadora. Por supuesto que puede haber -los hubo- libertarios hijos de las clases acomodadas; de la clase alta o capas medias, burgueses o pequeñoburgueses, ¿cómo negarlo? Ernesto Guevara, libertario de los mejores de nuestro tiempo y cuya opción política del socialismo autoritario quedan para otro análisis, provenía de un sector social medio-alto. Errico Malatesta era hijo de una familia rica, su origen no fue proletario. Lo determinante es que estos ejemplos de hombre nuevo sintieron un enorme amor por su pueblo, comprendieron que para ser revolucionario había que ser hijo del pueblo, vivir con el pueblo y como el pueblo, renunciando a todos los privilegios. Guevara encendió su fuego al viajar por latinoamérica y practicó una vida de revolucionario de la que jamás retornó; Malatesta renunció a la fortuna familiar heredada y viajó por el mundo fundando sociedades de resistencia, los gérmenes de los sindicatos, difundiendo las ideas anarquistas y viviendo del sudor de su trabajo obrero. Un libertario entonces busca en todo momento la libertad, lucha contra la opresión económica y política. Comprende que sólo habrá libertad en la igualdad social. No hay libertad para el individuo si sus pares no son libres, por tanto el ser libertario requiere solidaridad de clase. Así, ser libertarios para el bienestar individual, para acumular riquezas, es una necedad.

Sobre la anarquía

Existe una conceptualización sobre la anarquía basada en el triunfo político de las clases dominantes sobre los oprimidos. Ante la pregunta, una gran proporción de hombres comunes responderían que anarquía es desorden y caos, seguramente sea una definición de diccionario. Sin embargo, desde una perspectiva política, es lo opuesto; la anarquía es perfecto orden. Resulta dificultoso, aún ante los argumentos y las teorías, reconocer la armonía de la sociedad anarquista. Es preciso despojarse de las ideas liberales y autoritarias. Entender que es el Estado el que genera todas las contradicciones sociales y económicas, el que necesita aplicar la autoridad a través de la fuerza y la represión, fomentando finalmente ese caos y desorden permanente al que hay que controlar.

Una vez más, el anarcocapitalismo no existe, sin Estado no hay capitalismo.

Ver más en Decimos

Cinta mataholograma

Afiche Patricio Rey del Oeste

Crónica de un show al que nunca iré

*Escribe Germán Grob

La banda de mi calle

Tendría 10 u 11 julios en mi historia cuando llegó a mis manos el primer compact disc de Los Redondos, desarmé cuidadosamente el nylon y lo puse en el humilde equipito de múscia de compactera superior que mis viejos nos regalaron para una cercana navidad. Acostumbrado a los cassettes, mayoritariamente grabados, a las radios AM y a las escasas FM de aquellas pampas, sentir la limpieza y el efecto estéreo de un disco digital resultaba verdaderamente un flash, una experiencia que ningún otro salto tecnológico agitaría en mis fibras. Desde ese día comencé a ahorrar las recompensas de las visitas a mi abuela, regalos de cumpleaños en billete y la paga por lavar el 1114 cerealero del algún pariente explotador; pude así comprar el Lobo suelto, cordero atado naranja en la disquería Panelli de Bahía Blanca, el primero de mis discos. En el viaje de egresados de 7° grado, en La falda, Córdoba, liquidé la mitad de mi presupuesto en una remera negra, con el lobo naranja.

Hasta 3° año de la secundaria, Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota fue mi banda de rock predilecta, pude adquirir el otro Lobo suelto, cordero atado; Baión Gulp llegaron como parte de los pocos discos de mi casa; La mosca y la sopa copiado en un TDK y finalmente Luzbelito, el último CD que mi viejo me compró al bajar del bondi en Retiro, en un viaje de 2 días a la capital.

Por las noches de insomnio de mi adolescencia, en el transcurso del 3° año de secundaria del viejo colegio Nacional, los lunes a la medianoche escuchaba en una FM local Animal nocturno, conducido y producido íntegramente por un personaje de aquellas latitudes del sudoeste bonaerense. El Gallego García, Chocolate, pretendía y proyectaba muy arriba; aunque es justo decirlo, ofrecía emisiones radiales y difusión de contenidos muy por encima de las opciones de comunicación y la chatura cultural de aquellos tiempos en nuestros pagos. En ese programa radial, de microcultura de pueblo interior, tuve mi primer acercamiento a un recital de Los Redondos; su conductor grabó en un cassette al aire, con fritura aceptable, el concierto en Tandil del año ’97. Los recitales de Los Redondos, para ese tiempo, ya gozaban del privilegio de considerarse leyenda y aventura de riesgo, entre el público alejado de las urbes. A mis 16 años calculaba que la oportunidad estaba cerca, aunque pudiesen no concretarse los detalles necesarios. Calma y fortuna es todo lo que pudiese esperar.

Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene

Durante aquellos años mi identidad rockera se construyó prácticamente en solitario, mi grupo de amigos y compañeros de escuela no adherían al culto a Los Redondos; los escuchaban, sin más. Esa identidad mutó y se asentó en La Renga, una banda de principios ricoteros, con una poética más acorde al fin de los ’90. En el ’98 fuimos con aquellos amigos a ver a la banda de Mataderos al Club Estudiantes de Bahía Blanca; ese primer concierto de rock, con toda su cultura asociada y los seguidores criados al amparo ricotero que desafiaban a la policía federal, los camiones celulares que veíamos por primera vez y el arrasar y romper todo de la joyita para eventos de la ciudad cimentaban esa identidad.

Ya en el 2000, estudiante universitario de recursos siempre escasos, vi alejarse por siempre la posibilidad de ir a un recital de Los Redondos. Los afiches de los tours organizados a los conciertos en River, pegados en los edificios de la UNS, los miraba con amarga resignación. No era una premonición, todos los que seguíamos a la banda -los que no, tambien- comprendíamos que esa cultura de bardo, muertes, quilombo fuerte, en todos y cada uno de los recitales desde Huracán, diciembre del ’94, se afirmarían en los egos del Indio Solari, Skay y La Negra Poli para dar fin al fenómeno creciente y sin techo de la masividad de Los Redondos.

Cuando Los Redondos fueron proscriptos en Olavarría, el Indio explicó en conferencia de prensa: «hemos dicho más de una vez que esta banda les pertenece a ellos». Ese culto retroalimentado, del público a la banda y de la banda al público, donde poner el asunto en tus manos de Juguetes perdidos se hacía canción, debió salirse de control. Desde los shows íntimos en boliches La Negra Poli daba la orden de liberar la puerta, práctica que se reprodujo en las primeras presentaciones en los estadios de fútbol y que se volvió un mono con navaja cuando la puerta, por exigencia mafiosa, la controló la barra de Huracán en los shows del 16 y 17 de diciembre de 1994. El día 16, en el campo, parte del público hacía estragos, robos, riñas, desmanes, con heridos de gravedad. Desde ese Huracán, cada vez que se presentaban Los Redondos, el mito crecía, ir a un recital era una aventura peligrosa. En Santa Fé, un fanático apareció inconciente debajo del barro al otro día del recital. La despedida en River -último conciento en Buenos Aires-, otra vez con la barra tomando protagonismo, superó el desquicio del Ducó.

Rockeros bonitos, educaditos

La divergencia entre Los Redondos y Soda Stereo existe, existió y va a existir siempre. En el plano musical pueden tirarse flores los protagonistas, migrar de una a otra banda sus públicos, encontrar similitudes los críticos especializados; donde las aguas no se mezclan es en las características socioeconómicas de los seguidores. Soda Stereo representaba a un público cool, esteticista, de comodidades y pequeños beneficios fugaces que buscaba ser del Jet Set. Los Redondos eran seguidos por pibes de los barrios, hijos del proletariado, sucios y desprolijos, con la interesante contradicción de que Los Redondos y el Indio en particular, mostraban un look de clase media, despegada apenas de las clases populares, Solari solía vestir pantalón, zapatos y camisa para salir a escena; sobrio, no proletario. Aún en estas contradicciones, tal vez no tanto, la poética ricotera responde a su público; le cantan a ladrones marginales, incluyen a los guisos en sus metáforas, las franelas describen amores dificultados por las necesidades materiales y, por supuesto, se alude a las drogas, con especial énfasis en la que empolva la nariz a los tipos que rascan la alfombra por su amor. Se ha dicho, desde los estudiosos de fenómenos sociológicos y desde el perdiodismo burgués o progre, que Los Redondos se corresponden con un público marginal. No es cierto como un absolutismo, tampoco es genuina la negación. Recuerdo la serie Tumberos, cuyo trabajo en el estudio de las fuentes directas de inspiración y donde aquellos que alguna vez pisaron los penales lo confirman, reflejar los pabellones con Los Redondos sonando siempre. Parte del público era marginal, lumpen; ese público rendía fidelidad a la prosa ricotera y se apropiaba del protagonismo de los shows. Desde una perspectiva política de intelectuales izquierdistas universitarios, que suman y restan bancas en la democracia burguesa, ese lumpenproletariado es la escoria que surge desde y traiciona a su clase, es un mal que debe ser aplastado formando y controlando ideológicamente a las fuerzas represivas. Desde un lugar crítico, desde abajo, donde se convive a diario con la marginalidad; esa marginalidad, ese lumpenaje que etiquetan los iluministas del marxismo, es un serio problema a pensar y abordar; no es un esfuerzo estéril, a solucionar por aplastamiento de las capas sociales más bajas.

Huracán: 15 años después

Entre noviembre del ’93 y diciembre del ’94 Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Redondos, tocaron 5 veces en el Estadio Tomás A. Ducó. Hace unos días (mayo de 2020), se filtró o se dejó filtrar el video con fragmentos de las fechas del 16 y 17 de diciembre de 1994. Ese material daba vueltas online desde hace unos años, aunque esta vez se presenta notablemente mejorado. Sabida es la obsesión estética y sonora de Solari, un argumento más a los desencuentros ególatras entre el Indio, Skay y La Negra Poli; pues el Indio jamás quiso difundir materiales que se conservaban como tesoros y que, desde la trinchera opuesta, se dejan circular cada tanto. Este melancólico seguidor de Los Redondos, cuya paciencia acompañó a la carencia de recursos, en represalia a su mala fortuna celebra la difusión de todo aquello que irrita al líder de su banda de rock. Jamás pude ver a Los Redondos, no tuve oportunidad certera, me queda entonces disfrutar de esta joyita.

Colgamos el video en el canal de Peertube de La Rebelde, no por apropiación sino para conservarlo online, sabida es la política autoritaria de bajas y anulación de contenidos en Youtube. Dejamos el video limpio, tal como se encuentra en el canal de Acción poética ricotera, todo el reconocimiento a esa gente.

Ver en Peertube <Pantalla completa y opciones de calidad de reproducción>

La crónica –al término del video se evitarán spoilers emocionales varios

Como si se hubiese entrado tarde al estadio, se oye al Indio carajeándose con el público: (…)»para volver a capturar el espíritu de Los Redondos, por favor»(…) y arranca el rocanrol clásico de Mi perro dinamita. Se desacelera el agite y bajo tonalidades de luces rojizas dan lugar a Roto y mal parado. Primer toma amplia, desde la platea oficial, frente a la aguja del Palacio, se observa el agite de los ricoteros del campo. A continuación, El pibe de los astilleros, Skay electrizado se mueve por el escenario, brilla su eterna SG colorada y en su correa se patrocina en tachas al personaje míticoficticio. En Indio comienza con sutiles señas a quejarse del sonido, introduce sin embargo, muecas que acompañan su cantar.

Set para la doble fecha en Huracán:

16 De Diciembre

1- Mi Perro Dinamita

Afiche original, toqueteado por La Rebelde

2- Roto Y Mal Parado

3- El Pibe De Los Astilleros

4- Fusilado Por La Cruz Roja

5- Un Ángel Para Tu Soledad

6- Nadie Es Perfecto

7- Canción Para Naufragios

8- Shopping Disco-Zen

9- El Arte Del Buen Comer

10- Lobo Caído

17 De Diciembre

11- Espejismo

12- Lavi Rap

13- Yo Caníbal

14- Salando Las Heridas

15- Criminal Mambo

16- Tarea Fina

17- La Hija Del Fletero

18- Botija Rapado

19- El Pibe De Los Astilleros

20- Queso Ruso

21- Maldición Va A Ser Un Día Hermoso- Vamos Las Bandas

22- Jijiji

huracanredondos2
Público ricotero en acción

Se oscurece la noche, truenan los 3 tiros y vuelve el rocanrol frenético con Nadie es perfecto, Skay y el Indio se complementan perfectamente, no hay egos, se acerca Dawi y hacen los ecos del «crac, crac, crac». La dicha de estar en un recital permite observar detalles como el pañuelo de Skay colgando desde el cinturón, la ropa sobria de oficinista que resiste al look rocker en Solari y la pequeña modificación del riff de Canción para náufragos. A esta altura la lluvia no se oculta en la baja resolución de un VHS, decora la SG hasta la picardía de sentir pena si esa guitarra se estropease. Aumenta la intensidad del aguacero, oblicua, el agua entra y deja charcos en el escenario. No hay retorno para el Indio, se eleva el sonido hasta el acople incesante en El arte del buen comer. Deviene, varias canciones mediante, la exquisita ejecución de Espejismo, con el público absolutamente a oscuras y miles de lucecitas de encendedores que recrean con anterioridad lo que harán los teléfonos celulares una década después. Es la primera vez que veo a Skay tocando otra guitarra, ya no la Gibson de cuernos. Skay se calza ahora una Less Paul, Semilla marca el paso dando pataditas al escenario, tocan Yo, caníbal. El Indio se dirige a Skay con la mirada y lo alude en su conversación con el público, «vamos a hacer una lenta así el camerusa no rompe cuerdas», largan entonces Salando las heridas. De las tomas desde atrás, que dan cuenta de los golpes a la batería de Walter, el que invadiera la tierra en el Bondi a Finisterre, además de los equipos de sonido se puede observar la lista de temas al pie de micrófono del Indio, otro detalle del que se goza solo en un show. Falso arranque con rasguidos, hora de La hija del fletero, a un lado de Sidotti y por detrás de Skay, un invitado, conejo Jolivet afina su guitarra. Para el final se encienden las luces del Ducó en Vamos las bandas, campo y tribunas descontrolados, es una fiesta; de corrido Jijiji, queda documentado que el pogo más grande del mundo comenzó en Huracán, no hay un foco, no hay un embudo de la periferia hacia el centro, es todo el campo con los cuerpos chocando, bailando y revoleando las remeras de la banda que inauguró un culto desconocido en el rock nacional.

Jamás pude ver a Los Redondos en directo, aunque tuve la dicha de ser contemporáneo en tiempos donde la juventud y la rebeldía se apasionan.

Fuentes: Recuerdos, Fuimos reyes (mediocre biografía de la banda) y el canal Acción poética ricotera (excelentes materiales limpios, sin pisar con horribles y narcisos logos)

Más en La fonola

Breve historia del 1° de Mayo

*Intervienen Paula Pardavila y Germán Grob

Afiche Día Internacional del Trabajo, 2020

El Día Internacional de los Trabajadores –en Argentina frecuentemente aludido como el 1° de Mayo a secas– lo hemos incorporado como una fecha festiva y de descanso, aunque es válido y necesario preguntarnos por qué es este día y no otro. Dedicamos esta producción a quienes dieron su vida por la liberación de la clase trabajadora, a todos aquellos que jamás declinaron, a los que tienen conciencia de clase y a quienes la construirán, a los que día a día mueven la maquinaria, a los que luchan por la organización en plena igualdad, sin mezquinos intereses de convertirse en un burócrata más.

Ver en Peertube <Pantalla completa y opciones de calidad de reproducción>

Peertube es una plataforma de video libre y federada, sin publicidad. Está en sus comienzos y no tiene los recursos de Youtube, ante un corte, pausando unos segundos el video se recupera la fluidez (como Yotube en sus comienzos)

Ir a Otra Historia

El Gordo Gus

*Escribe Germán Grob

Con afecto y admiración

Hay dos personas que valoro y admiro, sobre todo esto último, de mis inicios y mi camino. Una de ellas quedará para otra historia.

Era el segundo año de andar, de ir, de venir, de tomar atajos. Esperar a que todo se fuese dando; y ahí sí, ¿te quedás acá? ¿Seguís por dónde venís? Vos sabés, tu andar no será definitivo. Vos sabés, en algún momento volvés a ancarar. Diálogos de siempre por un camino a desandar. Muchos eligen el más corto, aunque el final sea esquivo. Otros el más cómodo. No son pocos quienes optan por el que mayores beneficios provee. Y así, dejando atrás un sendero de este camino, enfilé por aquel que tuviese corazón. Y no la pifié, sin aliento a través de su largo, todo su largo. Y sea por la libre, sea por mandato, se sufre. No es tontera. No lo es.

Doy paso entonces al personaje. Caí a la escuela, turno noche, 18.30. Paso por la oficina –dicen que es la Secretaría-. Mucha gente dentro, mucha gente fuera. Los unos, futuros compañeros; los otros, probables estudiantes. Ahí me recibe el don, como suele decirse en los pueblos del profundo “inferior”, robusto, para comenzar a imaginarlo en forma benefactora; pelo largo, barba, aritos, tatuajes. Más tarde, al verlo andar por los pasillos con tranco cansino, observé sus alpargatas y cinturón de telar –confío en que ese era el modo de producción del sujeta-pantalón-. Sentí placer imaginando una comunidad jipy. Y lo pensé, ¡sí, señor!, –qué buena onda un secretario, un vice, tal vez un director jipy-.

Dos tatuajes. Mi intelecto torpe se arrebató a lo estético. Un código de barras en la muñeca derecha, el ángel de la bicicleta en antebrazo incierto. Si sos tonto correspondés al código con un gil que tiene precio. ¿Mencioné mi mente boba? Del ángel no pude más que pensar en su baja calidad artística. Tiempo después lo comprendí, comprendí todo; el código de barras es su mensaje, para mí, para vos, para el que pose su ojo. ¿Tenés precio? De la bicicleta alada, fácil, un homenaje al Pocho. Pará, paremos un poco, hay algo que lo hace más grande al don; entregaba su piel a uno de los pibes de la escuela. Ese es el Gordo, el Gusti. El portero de la escuela. ¿Quién va a pensar que un tipo así es de la Comandancia General?

Supe que pegaríamos onda cuando llegó un día, uno de esos de calorcito en la ciudad del cangrejo, en el 19 y con ventanillas bajas escuchando rocanrol a todo volumen. La Renga loco, claro. Tiempo después haríamos un viajecito para escuchar rugir al león. Previa más tranquila en el cangrejal, sede aurinegra, con Las Pelotas. Epílogo rockero en medio del campo, de lluvia infernal, noche mágica decorada con bichitos de luz en una olvidada estación del ferrocarril. Y la estrella de rock acomodando las brasas de una parrillita con choripanes.

Y acá me pongo serio. Voy para otra historia, aún de este camino. Entro al aula. Curso revoltoso, hacinado, invierno de perfumes resultantes del encierro. Falto de cintura, de gambetas, con el habitual ímpetu y la garra de los colores que distinguen mi simpatía por un cuadro de fútbol, levanto la voz e intento poner orden. Resultante: se levanta un pibe y me encara de una –yo sentado en el pupitre del frente, el lugar de la autoridad– enojado y herido en la moral del grupo me cuestiona todo desde que pasé por la puerta de la calle Corrientes, paralela al Tiro Federal. Final de clase, se van todos menos el kapanga. Se disculpa, acepto y quedamos empatados. Meses después me piden un informe de aquel estudiante; qué extraño –pienso-, la situación pertenece al pasado y el pibe… uno de los que valoro.

Charlamos con el Gordo de escuelas, docentes, directivos, sueldos, huelgas, auxiliares, calidad educativa, estudiantes. Me entusiasmo y caigo en el error habitual, el de contar los “dramas” que atravesamos en las aulas. Primer año en las escuelas, no pueden ser tantos conflictos por describir; así pues, sale la historia del kapanga. El Gordo escucha, observa, relaciona en su cabeza, no pregunta; yo vomitando palabras en el reducto de 2×1,5 de aquel viejo hospital reciclado. Cuando termino el cuento muestra su destreza, formula su pregunta sutil, analiza, permanece reflexivo. Finalmente concluye y calla. Ahí caigo, instantes previos me contaba de su hijo y los manejos espurios de las escuelas. Y ahí nomás pregunto. Claro, ¿cómo no te avivaste, gil? Mi alumno, el hijo del portero jipy, mi compañero en la nueva escuela.

Del Gordo aprendí mucho, bajo el método más conveniente, ese que es tácito, sin que te digan nada. Si pienso en esos tiempos, sus enseñanzas, me viene esa parte de la canción, esa en que no te tenés que apurar, porque es entonces cuando las horas bajan y el día se hace tibio sin sol.

El Gordo Gus es el alma de la escuela del hospital, esa que es fresca en verano, cuando arde el suelo de la ría. Sólo con sus ganas se pueden hacer festivales de bandas, choripán y murga. Y no le cambies la onda, de fiesta popular a acto formal, porque deja de ser de todos para ser de unos pocos.

Viejo roble del camino, pareciese que Pescado la compuso para vos.

El autor de esta nota y su protagonista

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