No pibe

*Escribe Germán Grob

Una reflexión sobre lo trascendido públicamente el 26 de agosto de 2021, en la Escuela Técnica 2 de Ciudad Evita, La Matanza, Buenos Aires, Argentina, cuando una compañera docente fue registrada en video durante su clase.

No, no, no, no pibe, no lo hagas, que eso está mal…
JAVIER MARTINEZ, MANAL, No pibe

Año 1997, tercero de la Secundaria -la vieja secundaria, la de 5, bachiller o perito- clase de Lengua y literatura. Le confieso a la profesora que abandono el libro y me rehuso a completar su lectura. Macondo excede el límite de lo verosímil cuando en la revuelta bajan de un escopetazo por la espalda al cura del pueblo, quien por calmar las pasiones se puso a levitar. Alboroto e intercambio de opiniones dan lugar a mi certeza: puede haber ganado el Nóbel de Literatura, dicen que Borges es mejor, el libro me cansó. Mónica se escandaliza, manda a llamar a la vicedirectora y expone la situación.

Sería de manual afirmar que toda discusión es política y que todos somos políticos, que nadie es neutral. Discutir una novela de García Márquez, desde la incomprensión del realismo mágico, no representa riesgo ideológico alguno. Macondo no es Ciudad Evita, en la Técnica 2, año 2021. Encuentro entonces que la escena escolar es válida porque en 5 años de escuela secundaria no tuve una sola clase, en ninguna asignatura, donde se haya mencionado la dictadura militar de 1976. Fresca aún, con una mecha que en aquellos años ‘90 volvería a encenderse.

Si la compañera, con su ferviente defensa del período kirchnerista, adoctrina a los estudiantes; ¿qué hacían con mi generación, mientras saqueaban las riquezas de la nación? ¿Qué hacían con nosotros, al negar un genocidio con las leyes del perdón?

Poco más de una década después, transito los pasillos de otra Técnica 2, no en la ciudad con manzanas en rodete, sino en Bahía Blanca. Inevitable resulta detenerse frente a una foto de Mitre, aquel que encabezó la Guerra contra el Paraguay para que la oligarquía terrateniente socia de Londres amplíe sus riquezas.

¿Habrá escuela sin un cuadrito de Domingo Faustino? Sarmiento, padre del aula, aquel que pidió regar el suelo de la patria con sangre de gauchos y de indios. Huele a adoctrinamiento.

En las escuelas públicas hay ideologías, se discuten ideas, hay política. Y así debe ser, porque el debate y el compromiso nos hace ser solidarios, construir centrados en el bien común -de comunal, o comunista, ojo al piojo-. Porque aunque no les guste, a la escuela pública van los hijos de los laburantes.

Los de adentro, los que firmamos el libro de temas -si es que hacemos algo más que recibir un salario a cambio de impartir conocimientos neutrales- nos preguntamos acaso ¿Qué estamos enseñando en valores? ¿Cómo nos posicionamos ante la sociedad vigilante? El panóptico de Foucault, el 1984 de Orwell, los algoritmos servicio de las redes sociales, ¿los problematizamos? Hay una sociedad animal, voraz, furiosa por la denuncia. Las nuevas tecnologías aparecen por estos tiempos como un fetiche de la doña ciudadana; saca el teléfono, deja el botón de la foto presionado y aporta el video que la impulsa a la cima de los medios de comunicación. En plena pandemia durante el 2020, con un semitoque de queda, la cuidadana se pasó horas chusmeando por la ventana para botonear a los vecinos. Un año despues se enteró que el mismísimo Señor Presidente de la Nación, profesor de Derecho en la UBA, distrajo su moral e incumplió su propio Decreto de Necesidad y Urgencia. El punto aquí es que esa onda de la sociedad de control se metió en las escuelas, que la cuidadana vigilante tal vez tenga módulos de alguna asignatura. Y así los pibes terminan por contradecir su propio y natural espíritu, el de rebelarse y discutir todo, a cambio de entregar el espacio que les es propio, las aulas, allí donde debe estimularse el debate y la confrontación de ideas aún cuando exista un autoritarismo pedagógico, porque los centros de estudiantes, otros profesores y estudiantes debemos  solucionar esas problemáticas en ese espacio.

Luego de algunos años ya no sorprende la actitud de algunos compañeros, la de no meterse o señalar, al fin y al cabo nada teme quien nada se juega. Lo lamentable, claro está, son aquellos colegas que vomitaron precozmente contra la docente de Ciudad Evita, por oficialista, por el vigor en la defensa de la década ganada. ¿Hace falta, en medio del escarnio público, centrarse en el contenido y las ideas de la compañera? Tal vez hayan coincidido con el ministro de educación al exigir que la aparten de su trabajo.

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