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León por Osvaldo

*Por La Rebelde

Ph recuperada de internet, toqueteada por La Rebelde

Un 20 de noviembre llegó a este mundo León Gieco. Esta no es una biografía y no hace falta destacar que siempre está con las causas de los oprimidos. Simplemente lo reivindicamos con las palabras que ofreció alguna vez Osvaldo Bayer:  «Este ángel de la guitarra ha entrado en el alma de nuestros barrios y en los pueblitos de las extensas pampas. Los obreros del siglo pasado le hubieran dado su título máximo. Lo hubieran llamado ‘hijo del pueblo'»(Publicada en FB Osvaldo Bayer Página Oficial el 20/11/2021).

El sábado pasado, misma fecha pero 70 años despueś, a León se lo homenajeó en el CCK. De todos los artistas, con sus emotivas y hermosas participaciones, lo elegimos al que más se parece a los de abajo, por sus orígenes, por su poesía y por su andar. Gustavo Chizzo Nápoli asoma desde atrás, desacartonado, antiglamour, con gorra y riñonera; cuenta una anécdota para agasajar la humildad de Gieco y con la potencia de su garganta completa lo mejor de la noche. Dejamos el momento transmitido en directo por la TV Pública Argentina, vale la pena.


Ver en Peertube <Pantalla completa y opciones de calidad de reproducción>

 

Peertube es una plataforma de video libre y federada, sin publicidad. Está en sus comienzos y no tiene los recursos de Youtube, ante un corte, pausando unos segundos el video se recupera la fluidez (como Youtube en sus comienzos)

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Cinta mataholograma

Afiche Patricio Rey del Oeste

Crónica de un show al que nunca iré

*Escribe Germán Grob

La banda de mi calle

Tendría 10 u 11 julios en mi historia cuando llegó a mis manos el primer compact disc de Los Redondos, desarmé cuidadosamente el nylon y lo puse en el humilde equipito de múscia de compactera superior que mis viejos nos regalaron para una cercana navidad. Acostumbrado a los cassettes, mayoritariamente grabados, a las radios AM y a las escasas FM de aquellas pampas, sentir la limpieza y el efecto estéreo de un disco digital resultaba verdaderamente un flash, una experiencia que ningún otro salto tecnológico agitaría en mis fibras. Desde ese día comencé a ahorrar las recompensas de las visitas a mi abuela, regalos de cumpleaños en billete y la paga por lavar el 1114 cerealero del algún pariente explotador; pude así comprar el Lobo suelto, cordero atado naranja en la disquería Panelli de Bahía Blanca, el primero de mis discos. En el viaje de egresados de 7° grado, en La falda, Córdoba, liquidé la mitad de mi presupuesto en una remera negra, con el lobo naranja.

Hasta 3° año de la secundaria, Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota fue mi banda de rock predilecta, pude adquirir el otro Lobo suelto, cordero atado; Baión Gulp llegaron como parte de los pocos discos de mi casa; La mosca y la sopa copiado en un TDK y finalmente Luzbelito, el último CD que mi viejo me compró al bajar del bondi en Retiro, en un viaje de 2 días a la capital.

Por las noches de insomnio de mi adolescencia, en el transcurso del 3° año de secundaria del viejo colegio Nacional, los lunes a la medianoche escuchaba en una FM local Animal nocturno, conducido y producido íntegramente por un personaje de aquellas latitudes del sudoeste bonaerense. El Gallego García, Chocolate, pretendía y proyectaba muy arriba; aunque es justo decirlo, ofrecía emisiones radiales y difusión de contenidos muy por encima de las opciones de comunicación y la chatura cultural de aquellos tiempos en nuestros pagos. En ese programa radial, de microcultura de pueblo interior, tuve mi primer acercamiento a un recital de Los Redondos; su conductor grabó en un cassette al aire, con fritura aceptable, el concierto en Tandil del año ’97. Los recitales de Los Redondos, para ese tiempo, ya gozaban del privilegio de considerarse leyenda y aventura de riesgo, entre el público alejado de las urbes. A mis 16 años calculaba que la oportunidad estaba cerca, aunque pudiesen no concretarse los detalles necesarios. Calma y fortuna es todo lo que pudiese esperar.

Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene

Durante aquellos años mi identidad rockera se construyó prácticamente en solitario, mi grupo de amigos y compañeros de escuela no adherían al culto a Los Redondos; los escuchaban, sin más. Esa identidad mutó y se asentó en La Renga, una banda de principios ricoteros, con una poética más acorde al fin de los ’90. En el ’98 fuimos con aquellos amigos a ver a la banda de Mataderos al Club Estudiantes de Bahía Blanca; ese primer concierto de rock, con toda su cultura asociada y los seguidores criados al amparo ricotero que desafiaban a la policía federal, los camiones celulares que veíamos por primera vez y el arrasar y romper todo de la joyita para eventos de la ciudad cimentaban esa identidad.

Ya en el 2000, estudiante universitario de recursos siempre escasos, vi alejarse por siempre la posibilidad de ir a un recital de Los Redondos. Los afiches de los tours organizados a los conciertos en River, pegados en los edificios de la UNS, los miraba con amarga resignación. No era una premonición, todos los que seguíamos a la banda -los que no, tambien- comprendíamos que esa cultura de bardo, muertes, quilombo fuerte, en todos y cada uno de los recitales desde Huracán, diciembre del ’94, se afirmarían en los egos del Indio Solari, Skay y La Negra Poli para dar fin al fenómeno creciente y sin techo de la masividad de Los Redondos.

Cuando Los Redondos fueron proscriptos en Olavarría, el Indio explicó en conferencia de prensa: «hemos dicho más de una vez que esta banda les pertenece a ellos». Ese culto retroalimentado, del público a la banda y de la banda al público, donde poner el asunto en tus manos de Juguetes perdidos se hacía canción, debió salirse de control. Desde los shows íntimos en boliches La Negra Poli daba la orden de liberar la puerta, práctica que se reprodujo en las primeras presentaciones en los estadios de fútbol y que se volvió un mono con navaja cuando la puerta, por exigencia mafiosa, la controló la barra de Huracán en los shows del 16 y 17 de diciembre de 1994. El día 16, en el campo, parte del público hacía estragos, robos, riñas, desmanes, con heridos de gravedad. Desde ese Huracán, cada vez que se presentaban Los Redondos, el mito crecía, ir a un recital era una aventura peligrosa. En Santa Fé, un fanático apareció inconciente debajo del barro al otro día del recital. La despedida en River -último conciento en Buenos Aires-, otra vez con la barra tomando protagonismo, superó el desquicio del Ducó.

Rockeros bonitos, educaditos

La divergencia entre Los Redondos y Soda Stereo existe, existió y va a existir siempre. En el plano musical pueden tirarse flores los protagonistas, migrar de una a otra banda sus públicos, encontrar similitudes los críticos especializados; donde las aguas no se mezclan es en las características socioeconómicas de los seguidores. Soda Stereo representaba a un público cool, esteticista, de comodidades y pequeños beneficios fugaces que buscaba ser del Jet Set. Los Redondos eran seguidos por pibes de los barrios, hijos del proletariado, sucios y desprolijos, con la interesante contradicción de que Los Redondos y el Indio en particular, mostraban un look de clase media, despegada apenas de las clases populares, Solari solía vestir pantalón, zapatos y camisa para salir a escena; sobrio, no proletario. Aún en estas contradicciones, tal vez no tanto, la poética ricotera responde a su público; le cantan a ladrones marginales, incluyen a los guisos en sus metáforas, las franelas describen amores dificultados por las necesidades materiales y, por supuesto, se alude a las drogas, con especial énfasis en la que empolva la nariz a los tipos que rascan la alfombra por su amor. Se ha dicho, desde los estudiosos de fenómenos sociológicos y desde el perdiodismo burgués o progre, que Los Redondos se corresponden con un público marginal. No es cierto como un absolutismo, tampoco es genuina la negación. Recuerdo la serie Tumberos, cuyo trabajo en el estudio de las fuentes directas de inspiración y donde aquellos que alguna vez pisaron los penales lo confirman, reflejar los pabellones con Los Redondos sonando siempre. Parte del público era marginal, lumpen; ese público rendía fidelidad a la prosa ricotera y se apropiaba del protagonismo de los shows. Desde una perspectiva política de intelectuales izquierdistas universitarios, que suman y restan bancas en la democracia burguesa, ese lumpenproletariado es la escoria que surge desde y traiciona a su clase, es un mal que debe ser aplastado formando y controlando ideológicamente a las fuerzas represivas. Desde un lugar crítico, desde abajo, donde se convive a diario con la marginalidad; esa marginalidad, ese lumpenaje que etiquetan los iluministas del marxismo, es un serio problema a pensar y abordar; no es un esfuerzo estéril, a solucionar por aplastamiento de las capas sociales más bajas.

Huracán: 15 años después

Entre noviembre del ’93 y diciembre del ’94 Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Redondos, tocaron 5 veces en el Estadio Tomás A. Ducó. Hace unos días (mayo de 2020), se filtró o se dejó filtrar el video con fragmentos de las fechas del 16 y 17 de diciembre de 1994. Ese material daba vueltas online desde hace unos años, aunque esta vez se presenta notablemente mejorado. Sabida es la obsesión estética y sonora de Solari, un argumento más a los desencuentros ególatras entre el Indio, Skay y La Negra Poli; pues el Indio jamás quiso difundir materiales que se conservaban como tesoros y que, desde la trinchera opuesta, se dejan circular cada tanto. Este melancólico seguidor de Los Redondos, cuya paciencia acompañó a la carencia de recursos, en represalia a su mala fortuna celebra la difusión de todo aquello que irrita al líder de su banda de rock. Jamás pude ver a Los Redondos, no tuve oportunidad certera, me queda entonces disfrutar de esta joyita.

Colgamos el video en el canal de Peertube de La Rebelde, no por apropiación sino para conservarlo online, sabida es la política autoritaria de bajas y anulación de contenidos en Youtube. Dejamos el video limpio, tal como se encuentra en el canal de Acción poética ricotera, todo el reconocimiento a esa gente.

Ver en Peertube <Pantalla completa y opciones de calidad de reproducción>

La crónica –al término del video se evitarán spoilers emocionales varios

Como si se hubiese entrado tarde al estadio, se oye al Indio carajeándose con el público: (…)»para volver a capturar el espíritu de Los Redondos, por favor»(…) y arranca el rocanrol clásico de Mi perro dinamita. Se desacelera el agite y bajo tonalidades de luces rojizas dan lugar a Roto y mal parado. Primer toma amplia, desde la platea oficial, frente a la aguja del Palacio, se observa el agite de los ricoteros del campo. A continuación, El pibe de los astilleros, Skay electrizado se mueve por el escenario, brilla su eterna SG colorada y en su correa se patrocina en tachas al personaje míticoficticio. En Indio comienza con sutiles señas a quejarse del sonido, introduce sin embargo, muecas que acompañan su cantar.

Set para la doble fecha en Huracán:

16 De Diciembre

1- Mi Perro Dinamita

Afiche original, toqueteado por La Rebelde

2- Roto Y Mal Parado

3- El Pibe De Los Astilleros

4- Fusilado Por La Cruz Roja

5- Un Ángel Para Tu Soledad

6- Nadie Es Perfecto

7- Canción Para Naufragios

8- Shopping Disco-Zen

9- El Arte Del Buen Comer

10- Lobo Caído

17 De Diciembre

11- Espejismo

12- Lavi Rap

13- Yo Caníbal

14- Salando Las Heridas

15- Criminal Mambo

16- Tarea Fina

17- La Hija Del Fletero

18- Botija Rapado

19- El Pibe De Los Astilleros

20- Queso Ruso

21- Maldición Va A Ser Un Día Hermoso- Vamos Las Bandas

22- Jijiji

huracanredondos2
Público ricotero en acción

Se oscurece la noche, truenan los 3 tiros y vuelve el rocanrol frenético con Nadie es perfecto, Skay y el Indio se complementan perfectamente, no hay egos, se acerca Dawi y hacen los ecos del «crac, crac, crac». La dicha de estar en un recital permite observar detalles como el pañuelo de Skay colgando desde el cinturón, la ropa sobria de oficinista que resiste al look rocker en Solari y la pequeña modificación del riff de Canción para náufragos. A esta altura la lluvia no se oculta en la baja resolución de un VHS, decora la SG hasta la picardía de sentir pena si esa guitarra se estropease. Aumenta la intensidad del aguacero, oblicua, el agua entra y deja charcos en el escenario. No hay retorno para el Indio, se eleva el sonido hasta el acople incesante en El arte del buen comer. Deviene, varias canciones mediante, la exquisita ejecución de Espejismo, con el público absolutamente a oscuras y miles de lucecitas de encendedores que recrean con anterioridad lo que harán los teléfonos celulares una década después. Es la primera vez que veo a Skay tocando otra guitarra, ya no la Gibson de cuernos. Skay se calza ahora una Less Paul, Semilla marca el paso dando pataditas al escenario, tocan Yo, caníbal. El Indio se dirige a Skay con la mirada y lo alude en su conversación con el público, «vamos a hacer una lenta así el camerusa no rompe cuerdas», largan entonces Salando las heridas. De las tomas desde atrás, que dan cuenta de los golpes a la batería de Walter, el que invadiera la tierra en el Bondi a Finisterre, además de los equipos de sonido se puede observar la lista de temas al pie de micrófono del Indio, otro detalle del que se goza solo en un show. Falso arranque con rasguidos, hora de La hija del fletero, a un lado de Sidotti y por detrás de Skay, un invitado, conejo Jolivet afina su guitarra. Para el final se encienden las luces del Ducó en Vamos las bandas, campo y tribunas descontrolados, es una fiesta; de corrido Jijiji, queda documentado que el pogo más grande del mundo comenzó en Huracán, no hay un foco, no hay un embudo de la periferia hacia el centro, es todo el campo con los cuerpos chocando, bailando y revoleando las remeras de la banda que inauguró un culto desconocido en el rock nacional.

Jamás pude ver a Los Redondos en directo, aunque tuve la dicha de ser contemporáneo en tiempos donde la juventud y la rebeldía se apasionan.

Fuentes: Recuerdos, Fuimos reyes (mediocre biografía de la banda) y el canal Acción poética ricotera (excelentes materiales limpios, sin pisar con horribles y narcisos logos)

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El nuevo rock de las cavernas. 30 años de ¡Bang Bang!

*Por Miguel Colipán

En la vertiginosa cotidianeidad de la semana escuché, o leí, de soslayo o al pasar que se cumplían 30 años de ¡BANG! ¡BANG!… ESTAS LIQUIDADO. Dejo en pausa los recuerdos hasta hoy, domingo de octubre de 2019, húmedo hasta el hartazgo y pongo el cd copiado y con artesanal reproducción del arte de disco. Mientras suena el héroe del whisky van tomando color las memorias de aquella vez en que escuché bang bang. Verano del ’98, ’97, o ’99. Por supuesto, algunos rocanroles los conocía de ante mano. La historia es que subo al Falcon rojo de Don Vicente, los pibes desertores de la secundaria vuelven a nuestros pagos desde la costa donde el sol sale y se pone sobre el mar. Pasamos el puesto de policía, Daniel pone 3ra. con la palanca al volante y acompaña los coros de Ropa sucia. El autoreverse va dando lugar a Un pac man en el Savoy, mientras los muchachos van cayendo de a uno en su morada. El penúltimo abre su puerta y desahoga su resaca. ¿Será que «cañito de metal» alude al viejito que bailotea como pollo desquiciado? Nos preguntamos antes de dar un profundo silencio y disfrutar del interminable solo de Beilinson en La parabellum. El menor de Don Vicente me deja en casa y advierte, «Skay lo vió a Hendrix en un bar de Inglaterra».

Vuelvo a darle play al discman conectado al equipo de audio, bajo el volumen, hojeo el «librito» con la obra de Goya, curado con el arte de Rocambole. Sin dudas es el disco que más escucho de los Redondos, ahora de viejo; y es que tiene el mejor tangorock por lejos, inmortalizado en Esa estrella era mi lujo.

No se van a juntar, perdí mi oportunidad de verlos en su esplendor, esa que jamás se me ofreció. Con el Indio despechado y sus fantasmas omnipresentes, con Skay reclamando en sus canciones de solista. Me quedan los recuerdos cargados de detalles, alguna kermesse de auditorio y el piojo en algún bar; 5 discos originales que aguantaron los trapos a los rastreros y las copias delicadas de factura autogestiva que tanto aborrece su propietario intelectual.

Esa estrella era mi lujo
Era todo?, pregunté
(soy un iluso)
No nos dimos nada más
solo un buen gesto.
Mordí el anzuelo una vez más
(siempre un iluso)
Nuestra estrella se agotó
y era mi lujo.
Ella fue por esa vez
mi héroe vivo
Bah! Fue mi único héroe en este lío.
La más linda del amor
que un tonto ha visto soñar
metió mi rock’n roll bajo este pulso.

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