Torrents: una guía básica por el libre acceso a la cultura

*Escribe Germán Grob

Una observación inicial

Esta nota no es un tutorial, no podría serlo. Constituye, sin más, un intento por explicar conceptos técnicos complejos que abran camino al mundo del libre intercambio de contenidos digitales. Hacia el final se ofrece una breve guía, como puesta en práctica de las herramientas desarrolladas para acceder a tales contenidos. Los programas o aplicaciones, sus configuraciones y todo aquello que pueda suponer dificultades no superadas ni abordadas en esta guía son explicados en innumerables tutoriales ofrecidos en video online o textos con imágenes, fácilmente encontrables en la web. El fin aquí es contar de qué se trata la red donde los individuos comparten la cultura, sin restricciones ni imposición alguna.

Internet y masividad: intercambios de contenidos

El acceso a contenidos digitales a través de la red (internet) se ha ido masificando con el paso del tiempo. Es la banda ancha, entendido esto como “velocidades de navegación” en tiempo real y descarga de archivos en plazos relativamente cortos, hacia los años 2000 –tal vez 2005/2007 en adelante, en Argentina– lo que ha permitido este proceso. Ya no es cosa de expertos o “informáticos”, es en verdad una conducta de los individuos que utilizan la internet; la mayoría de las personas busca y descarga o accede en línea a todo tipo de contenidos. Sin embargo, las limitaciones son grandes y aquello a lo que podemos acceder –por desconocimiento– redunda en un círculo conocido; miramos siempre las mismas películas, escuchamos las mismas canciones y leemos los escritores más conocidos.

Las plataformas de contenidos por streaming –Netflix, Youtube, Spotify y tantas otras– además de limitarnos en la variedad nos generan dependencia, son fáciles de usar y nos acostumbramos, luego no podemos usar otras herramientas. Pero hay algo más, el contenido allí alojado puede no estar disponible, definitivamente, en cualquier momento. Como alternativa se pueden descargar los contenidos, se baja el material por vía directa desde esas plataformas o por servidores de archivos y se guarda localmente en la pc o el teléfono.

Torrents, la alternativa para no perdernos nada

Hasta aquí lo habitual, es decir las opciones por las que nos movemos, con las limitaciones mencionadas. ¿Existen alternativas? Sí, los torrents.

Los torrents han sido utilizados para compartir archivos desde la masificación de la banda ancha, incluso desde antes, en tiempos de las conexiones a la red por línea de teléfono, en sus predecesores como el eMule y otros programas de descarga de velocidades muy bajas. Intentemos pues explicar algunos conceptos técnicos importantes y necesarios.

Existen dos formas principales para descargar contenidos –al decir contenidos nos referimos a audio, video, texto, imágenes-: Centralizada, desde un servidor. Se descarga el archivo desde algún sitio o web, como Youtube, Drive de Google, etc. Esto es conocido como modelo Cliente-Servidor, donde hay una jerarquía; si el Servidor (mayor jerarquía) se cae o borra el archivo, el Cliente se priva del contenido. Descentralizada, sin jerarquía, entre pares o iguales; conocido como modelo p2p. Profundicemos en el modelo p2p. Aquí no hay un servidor que gobierne sobre el resto, todos los dispositivos (computadoras, teléfonos, etc) son iguales, se comportan como servidores (suben archivos) y como clientes (descargan). Se elimina así el problema de la dependencia con el servidor, borrado de archivos o caída del mismo. Se puede pensar que la red p2p es colaborativa, todos los dispositivos comparten; además de ofrecer mayor libertad, pues no hay políticas de censura que impongan qué archivos son válidos para descargarse.

Comprendido, al menos básicamente, el concepto de red entre iguales (p2p, insistiendo en que es descentralizada) pasamos al torrent. ¿Qué es un torrent? Es un archivo que contiene información sobre los pares (los dispositivos, computadoras, teléfonos, etc) que comparten el archivo de interés a descargar. Intentemos clarificar: supongamos que de alguna manera (luego llegaremos a ello) encontré al archivo que deseo descargar, tal vez un video; bien, primero descargo el archivo torrent que contiene información sobre los pares que comparten el video. El torrent (archivo con información de los pares que comparten lo que se va a descargar) descarga y comparte el archivo (audio, video, etc.) mediante un software (un programa o aplicación). Sin entrar en detalles, el archivo torrent tiene una variante que es el archivo magnet (enlace magnético) que puede ser abierto con el mismo software de descarga. Vemos que dentro de la red (internet) se pueden intercambiar contenidos entre iguales (pares) que los comparten libremente. El archivo torrent, además de la información sobre los pares que comparten el archivo a descargar (audio, video, etc) contiene información sobre los trackers, los servidores que permanentemente actualizan la cantidad de pares y localizaciones de quienes comparten el archivo a descargar. Podemos pensar al tracker como un servidor (una computadora online permanentemente) que avisa al torrent que estamos descargando desde qué pares descargar.

Hemos desarrollado los conceptos técnicos básicos sobre cómo trabajan los torrents; como vimos, se requiere un software, un programa o aplicación en nuestra computadora o teléfono para poder descargar contenidos que se comparten. Surge el problema ya mencionado, ¿de dónde obtengo el torrent que me permite descargar lo que busco, sea audio, video, texto, imágenes? Aquí se abre un mundo y es cada individuo quien va construyendo sus lazos culturales de intercambio de materiales digitales de todo tipo. El archivo torrent se puede recibir por mensajería, luego se abre con el software necesario y se espera completar la descarga. Lo cierto es que los torrents se buscan, o bien se visualizan por suscripción en algún sitio web de interés.

La búsqueda de torrents se hace en motores específicos, como si se buscase información en Google, pero de torrents. Es decir, en un navegador web (Firefox, Opera, Chrome) debo colocar la dirección electrónica exacta del motor de búsqueda (del tipo www o http://) y desde allí tipear palabras claves de lo que se busca descargar; el buscador devuelve una serie de resultados, se elige el torrent, se descarga el archivo torrent y el software específico comenzará la descarga de lo que se busca. El buscador más conocido –merece especial atención– es la bahía del pirata (the pirate bay, TPB). TPB hace casi 2 décadas que almacena búsquedas de torrents y ha dado batalla a todo tipo de ataques y censuras por diferentes Estados autoritarios. En general, el dominio (la dirección electrónica) de TPB sigue la forma https://thepirate-bay.org, donde [.org] suele variar. Si ese servidor, alojado en algún pais del mundo, es bloqueado por los gobiernos; los administradores de TPB lo vuelven a montar en otro lugar, cambia su dominio [https://thepirate-bay.se] tal vez, y así sucesivamente, gambeteando las políticas absurdas de impedimento de libres intercambios.

TPB es un buscador de torrents, pero además es un tracker abierto. Los servidores de TPB actualizan los pares (dispositivos) que comparten los archivos permanentemente. Existen trackers privados donde su acceso requiere una cuenta de usuario y donde el intercambio es forzadamente colaborativo, lo que implica que para descargar hay que subir, necesariamente, bajo auditoría del tracker. Estos trackers privados tienen un sistema de ratio, entendido esto simplemente como un cociente (una división) entre lo que se sube y lo que se baja. En general, los trackers privados exigen un ratio mínimo de 0.5, donde lo descargado debe compensarse subiendo al menos la mitad. Veamos; si un usuario del tracker privado descarga archivos que suman 2 GB, debe subir al menos 1 GB, manteniendo su ratio por encima de 0.5. De esa forma se evita el abuso de los usuarios que descargan y quitan sus archivos rápidamente, sin compartir. Los trackers privados, además, permiten cierta durabilidad relativa de los archivos: si un archivo, video por caso, con el tiempo deja de ser compartido, no tiene pares, puede ocurrir más tarde que otro usuario desee descargar ese video; tiene aún la opción de pedir un reseed (que los usuarios vuelvan a compartirlo) y completar la descarga. Naturalmente los usuarios dejan de compartir archivos, pues nadie puede almacenar infinitamente en sus dispositivos; pero quizás los guardan en otros soportes y los vuelven a compartir ante un pedido de reseed. ¿Cómo se obtiene una cuenta en un tracker privado? Por invitación de otro usuario, o bien cuando el tracker abre sus registros. Hoy día los trackers privados no son tan apetecidos, pues los trackers abiertos como TPB suman permanentemente usuarios que libremente intercambian archivos; son de hecho, lugares de intercambio de materiales en archivos digitales muy específicos, de culto quizás. Un tracker privado muy conocido en Argentina es Bit Torrent Argentina (http://www.bt-arg.com.ar), donde los usuarios intercambian hasta películas de culto en VHS digitalizadas.

Seguridad y privacidad. Cautela y autoelección para los intercambios

La descarga de archivos mediante torrents es más segura, desde el punto de vista de la privacidad, que la descarga directa desde un servidor. Quien descarga un video, por ejemplo desde el Drive de Google, está más expuesto que bajo el intercambio entre pares; pues ese servidor sabe, mediante la IP (dirección electrónica única de todo equipo conectado a la red) y almacena datos de quienes descargan y navegan por sus servidores. Si un gobierno monitorea a un usuario, sabrá muy fácilmente lo que descarga. Al utilizar torrents –recordemos que son pares que intercambian archivos– el monitoreo se complica porque son muchos dispositivos desde diferentes partes del mundo compartiendo porciones. Sin embargo, no es completamente privado el intercambio entre pares; como no es completamente privada la navegación, ni la utilización de servicios web (como los mails, aunque sean correos fuertemente encriptados). Para una absoluta navegación y descarga de archivos de forma privada son necesarias las VPN, redes privadas virtuales con costos nada bajos.

A los bifes

Poniendo en práctica lo expuesto, la descarga de contenidos mediante torrents supone la siguiente secuencia:

1- Instalar un software en nuestro dispositivo, sea pc o teléfono. Transmission corre en Windows y Linux (si hablamos de pc) y en Android (teléfonos). Es seguro, no requiere licencias, pagos, ni vencimientos. Es preciso tener instalada esta aplicación, pues sin ella no se podrá abrir el archivo torrent.

2- Buscar el material que queremos descargar. Esto depende de las necesidades de cada individuo; lo que busca, formatos, calidades (en caso de audio o video). Al ingresar al mundo del intercambio, cada quien va ampliando y creando sus lugares de interés. Para comenzar podemos recomendar:

  • https://thepirate-bay.org TPB, la bahía del pirata. El buscador de torrent más popular del mundo. Recordar que la dirección electrónica (el link) puede variar, en cuyo caso habrá que indagar la nueva dirección. Se debe tener en cuenta que cuantos mas pares tiene el torrent, más rápido se descarga. Los pares se mostrarán como seeders (usuarios que poseen el archivo completo) y como leechers (usuarios que no completaron la descarga). Si el archivo no tiene seeders, pero sí leechers, es probable que no se complete la descarga.
  • http://www.bt-arg.com.ar BitTorrent Argentina. Tracker privado que requiere registro para acceder.
  • http://www.argenteam.net Es una web cuyo acceso no requiere necesariamente registro. Allí se elaboran desde hace más de 10 años los mejores subtítulos en español neutro para video en otras lenguas. Además del subtítulo se ofrece el torrent para el video. El subtítulo está contenido en un pequeño archivo comprimido que se descarga por vía directa con el navegador web (Mozilla, Chrome, etc) desde esa página.
  • https://www.subdivx.com Es una web donde se ofrecen subtítulos. Puede complementar un video en otro idioma descargado desde TPB. Como en la web anterior, el subtítulo se descarga por vía directa desde allí. Debe accederse con precaución pues suele mostrar publicidades emergentes y abrir ventanas a otros sitios, potencialmente maliciosos.

3- Descargar el archivo torrent. Una vez decidido el material de interés se clickea en el link y se baja el archivo torrent o magnet (sin detallar, a los fines prácticos resulta indistinto). Ese torrent debe abrirse con el software cliente, Transmission, quien comenzará a descargar y compartir lo que hasta ese momento buscábamos. Simplificando, se busca el torrent, se elige y se accede para ver sus detalles, allí se mostrará algún link de descarga o magnet, se clickea y se baja un pequeño archivo. Ese archivo torrent deberá abrirse con Transmission, si se marca la opción de recordar la acción en adelante lo hará automáticamente. Comienza la descarga y en Transmission se puede monitorear el proceso.

4- Abir el material digital descargado. Al completar la descarga se deberá abrir el archivo descargado por fuera de Transmission. En el caso de los videos hay que contar con un software capaz de reproducir cualquier formato y los subtítulos descargados. VLC es seguro, sin licencias ni vencimientos, está disponible para pc y teléfonos.

Negocio y cultura. Un debate necesario

Alguna vez escuché a Manu Chao exlicar que no se oponía a las descargas de sus discos –en verdad se refería a la piratería– porque él mismo, cuando era muy joven y formaba sus primeras bandas de rock, copiaba casetes que le prestaban; y contaba que era la única forma de conocer nuevos artistas porque no había dinero para comprar todo. En tiempos de la música digital, del compact disc, las discográficas argentinas pagaban alrededor de $1 de cada $20 al artista. Las discográficas robaban al músico, incluso se apropiaban de la obra, pues obligaban en sus contratos a ceder los derechos. El artista quedaba sometido –salvo excepciones que marcaron un camino– pues el negocio lo monopolizaban un par de discográficas sin las que grabar era imposible.

Previo a la masificación del acceso a la banda ancha el consumo de películas se daba por alquileres en videoclubes, pero la llegada de la multinacional Blockbuster «se comió» a los videos de barrio. Con la banda ancha la piratería creció notablemente, las películas comenzaban a descargarlas los usuarios o se vendían copias en la calle. Sin embargo, el fin de de Blockbuster se produjo cuando los usuarios tuvieron a disposición una plataforma de video online, por srteaming, a precio realmente bajo. Netflix aniquiló a Blockbuster, no el mantero del Parque Rivadavia.

Volviendo a la música, los artistas no desaparecieron ni dejaron de producir arte; lo que cambió es la forma en que lanzan y distribuyen sus producciones. Sí han desaparecido muchas discográficas y las que quedan, gigantes de los negocios, tienen dificultades. Pero este interesante proceso ha provocado un resurgir artesanal porque muchos músicos graban y producen sin depender del financiamiento de las discográficas. La obra, el disco, evidentemente se piratea, pero tambien se compra como objeto de culto para los seguidores. Hemos visto tambien, durante la cuarentena de 2020, que los músicos realizaron presentaciones virtuales, recitales en directo; que tambien pueden ser pirateados. Sucede que la piratería viene después del lanzamiento, es como comprar el CD grabado al aire en el recital, se puede escuchar, sí, no en vivo. Así, los seguidores de una banda de rock pagan por el streaming para disfrutar del vivo, del imponderable, la sorpresa y lo emocionante de lo que está al venir. El show pirateado puede revivir ese momento, dejarlo por siempre; y ponerlo al alcance de quienes no pudieron vivenciarlo.

Se ha dicho mucho sobre la piratería del cine, argumentando siempre con el golpe bajo, «la piratería deja actores y técnicos sin trabajo». Como en la música, a los artistas y trabajadores de la industria los roban las multinacionales y los empresarios. Los amantes del cine van al cine, el laburante se dá ese gusto. Robert de Niro no irá a parar debajo del puente de Brookling porque piratean The irish man. Las producciones nacionales pueden ser inviables si no recaudan, es un hecho; bajar costos de los cines y apoyo financiero por los organismos públicos, puede ser una solución.

Un argumento decisivo, no a favor de la piratería sino por el libre acceso a la cultura es que el intercambio de archivos, lo que Manu Chao hacía de pibe con casetes y hoy se hace con torrents, permite ver una película que alguien nos contó, de hace 60 años y que es imposible tenerla a nuestro alcance, incluso pagando a Netflix. Los torrents amplían la cultura, no hay duda.

Dato de color: en San Justo, en el Oeste del Conurbano, Buenos Aires, Argentina; en Avda. Santa María muy cerquita de Edenor hay un videoclub de barrio. Sobrevivió a la piratería, la multinacional yanqui, no.

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