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No pibe

*Escribe Germán Grob

Una reflexión sobre lo trascendido públicamente el 26 de agosto de 2021, en la Escuela Técnica 2 de Ciudad Evita, La Matanza, Buenos Aires, Argentina, cuando una compañera docente fue registrada en video durante su clase.

No, no, no, no pibe, no lo hagas, que eso está mal…
JAVIER MARTINEZ, MANAL, No pibe

Año 1997, tercero de la Secundaria -la vieja secundaria, la de 5, bachiller o perito- clase de Lengua y literatura. Le confieso a la profesora que abandono el libro y me rehuso a completar su lectura. Macondo excede el límite de lo verosímil cuando en la revuelta bajan de un escopetazo por la espalda al cura del pueblo, quien por calmar las pasiones se puso a levitar. Alboroto e intercambio de opiniones dan lugar a mi certeza: puede haber ganado el Nóbel de Literatura, dicen que Borges es mejor, el libro me cansó. Mónica se escandaliza, manda a llamar a la vicedirectora y expone la situación.

Sería de manual afirmar que toda discusión es política y que todos somos políticos, que nadie es neutral. Discutir una novela de García Márquez, desde la incomprensión del realismo mágico, no representa riesgo ideológico alguno. Macondo no es Ciudad Evita, en la Técnica 2, año 2021. Encuentro entonces que la escena escolar es válida porque en 5 años de escuela secundaria no tuve una sola clase, en ninguna asignatura, donde se haya mencionado la dictadura militar de 1976. Fresca aún, con una mecha que en aquellos años ‘90 volvería a encenderse.

Si la compañera, con su ferviente defensa del período kirchnerista, adoctrina a los estudiantes; ¿qué hacían con mi generación, mientras saqueaban las riquezas de la nación? ¿Qué hacían con nosotros, al negar un genocidio con las leyes del perdón?

Poco más de una década después, transito los pasillos de otra Técnica 2, no en la ciudad con manzanas en rodete, sino en Bahía Blanca. Inevitable resulta detenerse frente a una foto de Mitre, aquel que encabezó la Guerra contra el Paraguay para que la oligarquía terrateniente socia de Londres amplíe sus riquezas.

¿Habrá escuela sin un cuadrito de Domingo Faustino? Sarmiento, padre del aula, aquel que pidió regar el suelo de la patria con sangre de gauchos y de indios. Huele a adoctrinamiento.

En las escuelas públicas hay ideologías, se discuten ideas, hay política. Y así debe ser, porque el debate y el compromiso nos hace ser solidarios, construir centrados en el bien común -de comunal, o comunista, ojo al piojo-. Porque aunque no les guste, a la escuela pública van los hijos de los laburantes.

Los de adentro, los que firmamos el libro de temas -si es que hacemos algo más que recibir un salario a cambio de impartir conocimientos neutrales- nos preguntamos acaso ¿Qué estamos enseñando en valores? ¿Cómo nos posicionamos ante la sociedad vigilante? El panóptico de Foucault, el 1984 de Orwell, los algoritmos servicio de las redes sociales, ¿los problematizamos? Hay una sociedad animal, voraz, furiosa por la denuncia. Las nuevas tecnologías aparecen por estos tiempos como un fetiche de la doña ciudadana; saca el teléfono, deja el botón de la foto presionado y aporta el video que la impulsa a la cima de los medios de comunicación. En plena pandemia durante el 2020, con un semitoque de queda, la cuidadana se pasó horas chusmeando por la ventana para botonear a los vecinos. Un año despues se enteró que el mismísimo Señor Presidente de la Nación, profesor de Derecho en la UBA, distrajo su moral e incumplió su propio Decreto de Necesidad y Urgencia. El punto aquí es que esa onda de la sociedad de control se metió en las escuelas, que la cuidadana vigilante tal vez tenga módulos de alguna asignatura. Y así los pibes terminan por contradecir su propio y natural espíritu, el de rebelarse y discutir todo, a cambio de entregar el espacio que les es propio, las aulas, allí donde debe estimularse el debate y la confrontación de ideas aún cuando exista un autoritarismo pedagógico, porque los centros de estudiantes, otros profesores y estudiantes debemos  solucionar esas problemáticas en ese espacio.

Luego de algunos años ya no sorprende la actitud de algunos compañeros, la de no meterse o señalar, al fin y al cabo nada teme quien nada se juega. Lo lamentable, claro está, son aquellos colegas que vomitaron precozmente contra la docente de Ciudad Evita, por oficialista, por el vigor en la defensa de la década ganada. ¿Hace falta, en medio del escarnio público, centrarse en el contenido y las ideas de la compañera? Tal vez hayan coincidido con el ministro de educación al exigir que la aparten de su trabajo.

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La Prole

*Escribe Paula Pardavila

Se dice que el termino prole define a los hijos de una persona, por lo cual, es un conjunto de personas que tienen algo en común.

El termino proletario es originario de la Roma Imperial, en la que

los proletari eran los ciudadanos de la clase más baja, carecían de propiedades y solo podían aportar prole (hijos) para engrosar los ejércitos del Imperio.

El término fue recuperado por Carlitos Marx, para identificar a la clase trabajadora asalariada, sin medios de producción, los obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir.

Hasta aquí un pantallazo para situar una clase social, clase de la cual soy parte, LA CLASE TRABAJADORA.

Pensaba en la actualidad, tantos “intelectuales”, “militantes de cartón”, hablando tan sueltamente de las problemáticas de los trabajadores, gente que sale a la calle con su librito bajo el brazo predicando y creyendo que ¨ilumina”a los que viven en el oscurantismo de la conciencia.

Los cartelitos de apoyo son tendencia en la redes “Estamos con los laburantes”, “Apoyo a los trabajadores”, suena y se ve muy lindo, pero en la realidad hay muchos que sostienen el cartel, pero viven de la renta de los laburantes, pequeños burgueses inmundos, que te hablan de las problemáticas de las villas, y nunca han tenido barro en los zapatos, te hablan de la fabrica y nunca han trabajado.

Los que tenemos conciencia de clase, esos que somos prole de un laburante, ese laburante que soñaba con el “nuestros hijos nacerán con el puño levantado”, ese que nos dió el orgullo de pertenecer, y seguimos esa lucha recordando la infinidad de veces que hemos visto venir al viejo hecho mierda porque laburaba doce horas, o preocupados porque la guita no alcanzaba, juntando la moneda para una ropa o una salidita con los pibes; amargado porque se venía el quilombo y era fija que perdía el laburo.

Muchos laburantes son conscientes de las situaciones de explotación en la que viven, pero agachan el lomo y tragan mierda porque no pueden perder el ingreso, no pueden dejar sin el morfi a los críos.

Ilustración: Emperador
Gonzalez

Cuando escucho a los “iluminados”, sabelotodo pienso… mi viejo como tantos laburó toda su vida, paso el Rodrigazo, los milicos, hiper-hiperinflacón, los ’90, el 2001, el campo, por solo nombrar algunos, Pérdidas de laburo por luchar, por quiebra, por cierre, porque lo cagaron, falta de laburo por meses.

Entonces digo a los “iluminados”, cuando te vienen a contar un trabajador de manual, que con sus revelaciones podrán cooptar, esos que hablan sin escuchar, miran sin ver. No me hablen de lucha, de DIGNIDAD DEL TRABAJADOR , porque nuestro sudor no cabe en sus periódicos.

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Libertarios del capital. Bastardeando un noble ideal

*Escribe Germán Grob

Un libertario no es de derecha. El rejunte de disparatados, reaccionarios y fascistas que se dieron cita el martes 26 en la Plaza de Mayo en la denominada Marcha Anticuarentena, promovió una notable y llamativa repercusión en los medios de comunicación de consumo de los autodenominados «libertarios». Uno de los bufones del circo per

sonificó en Javier Milei y José Luis Espert las ideas libertarias. Tan burda, como carente de consistencia, se vuelve la argumentación del pintoresco manifestante que corrientes dispares embanderan sus falsas ideas de libertad. Espert es un neoliberal, un representante político de las clases dominantes y se vuelve una simpleza descartarlo de las ideas libertarias dado que no se opone al Estado; en efecto, ha presentado una decadente candidatura presidencial en 2019. Veamos entonces al referente por descarte del simpático manifestante de la plaza. Es interesante la breve biografía de Javier Milei –Wikipedia, contrastada con coincidencias en notas periodísticas online varias– puesto que se trata de un hijo de la clase trabajadora. Su padre fue chofer de colectivos, aunque Milei no exprese sentido alguno de pertenencia, posicionándose ante la opinión pública como un hombre afecto al empresariado.

Rebeldía, juventud y anarcocapitalismo

La rebeldía, en la juventud, es conducta humana; se diría que una condición necesaria de ese tránsito a la adultez. La necesidad de independizarse, en un joven, requiere una cuota mínima de rebeldía. Tal vez esa cuota le permita sortear mandatos sociales ante la confusión y los temores que el mundo adulto supone. Así, el discurso de Milei -centrado en lo inadmisible de los impuestos y los impedimentos burocráticos que el Estado establece para dificultar esa emancipación- resulta atractivo para los jóvenes. Y más aún, alcanza a individuos practicantes de una onírica autogestión; práctica que en el ombliguismo de salvarse a sí mismos, sin solidaridad y apoyo mutuo, muere ante la crudeza y la parálisis que una peste mundial está provocando. Este discurso liberador de Milei es una simple oda al emprendedurismo, aquel que los neoliberales siempre promovieron para romper y achicar el trabajo asalariado en beneficio del capital. Con todo, el argumento más exaitante que esgrime es el de anarcocapitalismo. Este falso concepto le imprime cierta civilidad a la anarquía, un matiz despolitizado. Es claro que la anarquía ha sido degradada por la historia y el periodismo mercenario. Posterguemos por un instante el concepto de anarquía y su verdadero significado. Volvamos al economista del capital, Javier Milei. Para este iluminista de la acumulación sin restricciones de riquezas, la solución a la pobreza y la desigualdad es el anarcocapitalismo. En su pedagogía de shows televisados, con su didáctica despojada de tecnicismos, explica que hay que eliminar al Estado, una especie de monstruo autoritario que se impone a las libertades individuales. No hace falta ser catedrático ni universitario para comprender que el capitalismo sin Estado no existe. El Estado es el conjunto de instituciones políticas y jurídicas, bajo el control de las clases dominantes -el capital- que preserva la propiedad privada; las fuerzas represivas el principal aparato de violencia para su resguardo. Nuevamente, no existe capitalismo sin Estado. Milei, como todo buen burgués, aunque resulta una marioneta del burgués, sabe perfectamente de la necesidad del Estado para la supervivencia del capital. Su verdadera y oculta propuesta es la de achicar el Estado, jamás abolirlo. Elimínese el Estado y las masas tomarán lo que es suyo por ser quienes crean la riqueza y por resistir siglos de explotación y opresión. Milei y su capitalismo quedan así reducidos a palabras necias, aunque efectivas.

Abolición del falso concepto

Este falso posicionamiento ante el Estado que Milei promueve prende en la juventud y se romantiza con la palabra libertario. El individuo autónomo, acumulador de capital, sin la intromisión del Estado en los negocios de los particulares, comprendido como libertario. Un disparate. La libertad que Milei propone, la de las clases dominantes o el absurdo del «ser tu propio jefe», se sostiene en el sometimiento a las clases sociales bajas; la libertad del burgués a expensas de la miseria del trabajador.

Un libertario entonces, por naturaleza, pertenece a las clases populares, a la clase trabajadora. Por supuesto que puede haber -los hubo- libertarios hijos de las clases acomodadas; de la clase alta o capas medias, burgueses o pequeñoburgueses, ¿cómo negarlo? Ernesto Guevara, libertario de los mejores de nuestro tiempo y cuya opción política del socialismo autoritario quedan para otro análisis, provenía de un sector social medio-alto. Errico Malatesta era hijo de una familia rica, su origen no fue proletario. Lo determinante es que estos ejemplos de hombre nuevo sintieron un enorme amor por su pueblo, comprendieron que para ser revolucionario había que ser hijo del pueblo, vivir con el pueblo y como el pueblo, renunciando a todos los privilegios. Guevara encendió su fuego al viajar por latinoamérica y practicó una vida de revolucionario de la que jamás retornó; Malatesta renunció a la fortuna familiar heredada y viajó por el mundo fundando sociedades de resistencia, los gérmenes de los sindicatos, difundiendo las ideas anarquistas y viviendo del sudor de su trabajo obrero. Un libertario entonces busca en todo momento la libertad, lucha contra la opresión económica y política. Comprende que sólo habrá libertad en la igualdad social. No hay libertad para el individuo si sus pares no son libres, por tanto el ser libertario requiere solidaridad de clase. Así, ser libertarios para el bienestar individual, para acumular riquezas, es una necedad.

Sobre la anarquía

Existe una conceptualización sobre la anarquía basada en el triunfo político de las clases dominantes sobre los oprimidos. Ante la pregunta, una gran proporción de hombres comunes responderían que anarquía es desorden y caos, seguramente sea una definición de diccionario. Sin embargo, desde una perspectiva política, es lo opuesto; la anarquía es perfecto orden. Resulta dificultoso, aún ante los argumentos y las teorías, reconocer la armonía de la sociedad anarquista. Es preciso despojarse de las ideas liberales y autoritarias. Entender que es el Estado el que genera todas las contradicciones sociales y económicas, el que necesita aplicar la autoridad a través de la fuerza y la represión, fomentando finalmente ese caos y desorden permanente al que hay que controlar.

Una vez más, el anarcocapitalismo no existe, sin Estado no hay capitalismo.

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Reflexiones sobre el zapatismo a la vuelta de un viaje a México

*Escribe Germán Grob

Zapata, zapatismo y el EZLN

Cuando era pibe –adolescente de la escuela secundaria de los 90, sin internet y con la información más hegemonizada que por estos días– supe por la TV que hubo un levantamiento en armas en el sur de México. La pedagogía no crítica, ni revisionista de la historia de aquella escuela pública dejó que se anclara en mi cabeza lo que la caja boba vociferaba: en México se está produciendo un brote revolucionario. No era cierto; lecturas posteriores y un interés particular en los zapatistas de Chiapas me llevaron a comprender que en el sureste mexicano existe una rebelión permanente por la defensa de la tierra y la autonomía.

Este movimiento político, indigenista, cultural, armado, no es la reencarnación de la Revolución Mexicana ni la resurrección de Emiliano Zapata; sí la reivindicación de consignas centrales de esa revolución como derecho a la tierra, patria y lucha contra la concentración de riquezas. En tiempos del Caudillo del Sur, se luchaba contra los hacendados, en el presente y desde hace algunas décadas contra el neoliberalismo. El EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) es, más allá de la parafernalia mediática y la figura del Subcomandante Marcos, el concepto más conocido del zapatismo. Si bien es preexistente, entra en escena en 1994, cuando el gobierno mexicano decide ingresar al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, donde se pretendía reformar la Constitución y eliminar los ejidos, aquella vieja conquista de la Revolución Mexicana de tierras comunitarias. Los zapatistas, en su organización militar del EZLN, están desde entonces en conflicto con el Estado, soportando traiciones y el incumplimiento de acuerdos firmados, luego del desarme. Se distinguen 3 componentes en la historia del EZLN: el político-militar, intelectuales urbanos del ambiente universitario por la toma del poder; indigenistas politizados, elite indígena con formación política que desplaza al ideal intelectual marxista; y comunidades indígenas.

El zapatismo del sureste mexicano entonces, no es una guerrilla armada por la toma del poder. No existe un programa político tradicional, un manifiesto dogmático sobre el qué hacer. Lo que existe, tal el caso de las Declaraciones de la Selva Lacandona, es la expresión de la necesidad de organizar las demandas de las comunidades indígenas dentro de la sociedad en conflicto; de allí la consigna de «crear un mundo donde quepan todos los mundos«.

El EZLN, las organizaciones políticas, los intelectuales y el pueblo mexicano

Desde su levantamiento en armas en 1994 el EZLN ha sido tomado como es habitual para los políticos y los partidos, en particular los autodenominados de izquierda, es decir: una bandera. Lo interesante es que al entrar en debate e intercambios de ideas con aquellos que tienen la receta para hacer la revolución –aunque es evidente que algún ingrediente les falta– subyace el rechazo al zapatismo. Sí, rechazo. Para los deglutidos por el Estado, la izquierda institucionalizada, no luchar por tomar el poder es abrir camino a la burguesía. Es hacérsela fácil, es hacerle el juego. Dijo Marcos en una entrevista con Yvon Le Bot, libro El sueño zapatista, respecto de no ir tras el dogma de los partidos políticos: «si me criticas es que no eres revolucionario, eres reaccionario o eres ignorante, no has entendido el papel de la vanguardia». El zapatismo pone en ridículo a las izquierdas del momento actual, las desnuda y muestra que atrasan, que en la lucha por el poder son espectadores privilegiados, desde alguna banca.

En este punto de las reflexiones –los intelectuales y el pueblo mexicano– debo remarcar que son un recorte subjetivo de un reciente viaje por México; seguramente el conjunto de ideas previas va delimitando un rumbo por caminos y destinos, así como las conversas con las gentes y los encuentros que van surgiendo quedan atados a ese andar que se va trazando. Como en las enseñanzas de aquel chamán yaqui, un guerrero en busca del conocimiento tiene el control sin controlar nada. Así pues, de mi camino pude vivenciar que el zapatismo, el movimiento rebelde del sureste mexicano tiene apoyo explícito y amplio en el sector académico, aunque testimonial en las organizaciones políticas –apoyan la rebelión, rechazan el método-. Los zapatistas denominan a este apoyo Los tercios compas y es comprensible que exista en todo aquello que se referencia en la lucha por un mundo mejor, incluso hay redes internacionales, organismos y movimientos formales más allá de las fronteras. Sin embargo, al interior de México, las contradicciones que produce el zapatismo y el EZLN son complejas. En Chiapas conversé con 2 pibes de los suburbios del DF, ambos estudiantes universitarios avanzados de sociales, laburantes, vendedores ambulantes. Expusieron sus argumentos acerca de estas contradicciones que el zapatismo atraviesa y, desde su posicionamiento crítico al intelectualismo progre universitario, destacaron que el ambiente académico se posiciona desde un lugar de privilegios pequeñoburgueses, de izquierdistas moralmente necesario, sin peso significativo en las problemáticas en las que el EZLN vuelve a aparecer en escena. En uno de los viajes hacia un caracol, en la comunidad Roberto Barrios cercana a Palenque, Chiapas, en la caja de una camioneta charlamos con una joven y un anciano de ascendencia maya. Los 2 estudiantes del DF estimularon el intercambio de ideas acerca del Proyecto del Tren Maya –en oposición radical del EZLN– al que joven y anciano adhieren enérgicamente tras el ensueño de progreso. Al regreso, viajo en una combi colectivo charlando con su conductor, pasamos por el caracol y le pregunto sobre los zapatistas, a lo que responde «son terrenos privados, nosotros no sabemos sobre ellos«. Un par de días antes, en el tramo de San Cristóbal de las Casas a Ocosingo, un corte de ruta nos retrasa unos minutos y le entregan una papeleta al conductor. Entre otros puntos, la papeleta plantea: «Denunciamos enérgicamente (…) acciones violentas por parte del grupo armado de EZLN«, «A partir de ahora los zapatistas del EZLN, nos declararon la guerra y nos vamos a defender porque los pueblos organizados todos somos ex zapatistas y ex oficiales que combatimos valerosamente con el mayor Alfredo, en el cuartel rancho nuevo el 1 de enero de 1994«, «Apoyo total a nuestro presidente (…) Andrés Manuel López Obrador«, «Rechazo total la denominada: jornadas en defensa del territorio y a la madre tierra (…) convocada por el EZLN«. El membrete alude a la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo y cabe mencionar que junto a la papeleta, se reclamó una colaboración de 20 pesos mexicanos. En particular, este piquete expone una jugarreta política, pues explicita el apoyo al presidente de México. Luego, la denuncia de agresión armada no amerita una colaboración económica. Parece clara entonces la intencionalidad de desacreditar la lucha y las demandas del zapatismo. Sin embargo, la puesta en escena no oculta la naturaleza social de sus actores, campesinos que se oponen a campesinos. Pobres contra pobres, en un enfrentamiento fogoneado desde el gobierno y los medios de comunicación. A fin de cuentas, el zapatismo enfrenta una problemática seria al interior profundo de México, con el pueblo mexicano.

papeleta contra el EZLN, click para ver

Zapatismo y libertad

Antes de llegar a Chiapas, en un recorrido breve por Morelos –la tierra de Emiliano Zapata-me crucé de casualidad en una pequeña librería con la obra de John Kenneth Turner. El librero me dejó a un precio muy beneficioso México bárbaro, una crónica periodística de 1908 que vislumbraba el fin del Porfiriato a manos de una revolución. Sus páginas son un documento acerca de la esclavitud y el peonaje al sur del río Bravo, que en conjunto con una «hábil influencia aplicada sobre el periodismo» y el apoyo político de los Estados Unidos a Porfirio Díaz, sometieron al pueblo y las riquezas de México al capital norteamericano. El autor traza un paralelismo entre los hacendados en México y la aristocracia terrateniente en Francia que dio paso a la Revolución Francesa. Como aquella, la Revolución Mexicana terminó traicionada por los hijos de las clases privilegiadas, burgueses y pequeñoburgueses, y se llevó al mejor de los hijos del pueblo que luchó por la tierra y la libertad. Emiliano Zapata, General del Ejército del Sur, ejército de campesinos, rechazó el poder político para permanecer en defensa de la tierra. Aquella revolución popular, surgida como guerrillas del norte y del sur, luchó por el reparto de la tierra entre los esclavizados por el sistema de don Porfirio. En términos de socialización de la riqueza se lograron ampliar y multiplicar los ejidos, tierras comunales para el trabajo y la explotación por el pueblo, que hoy pueden encontrarse en México y que siguen siendo objetivo del capitalismo voraz.

Ph La Rebelde

Los zapatistas del sureste mexicano retoman las consignas de la Revolución Mexicana y luchan por defender la tierra ante cada nuevo intento de avance capitalista. Para los zapatistas tierra es libertad y libertad es autonomía. Al leer textos y entrevistas al subcomandante Marcos, donde rechaza la toma del poder, surge rápidamente la alternativa libertaria. ¿Es el zapatismo una organización libertaria? Lo es, su resistencia y su autonomía dentro de sus propias comunidades, como una caminito al costado del Estado lo confirman. No es una alternativa horizontal, la organización política y administrativa en los caracoles, las «Juntas del buen gobierno«, no dejan de ser gobierno. La autoridad está presente, fuertemente, prohibiciones al interior de los territorios zapatistas, la imposibilidad de dialogar con las personas en el caracol son una muestra. Con todo, el zapatismo es una semillita libertaria. La amenaza militar permanente y la historia de no cumplimiento de los acuerdos por los diferentes gobiernos, han generado las condiciones para que los zapatistas sean susceptibles y desconfíen de ataques e infiltraciones a sus filas.

Así es la libertad, según los zapatistas.

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Pizarrón y cacerola

*Por Germán Grob

Crónica de un paro antidominguero

«Las decisiones se toman en asamblea», consigna antiburocrática de la agrupación docente

El martes 10 de septiembre la conducción del SUTEBA, seccional Matanza junto a los distritos autodenominados «combativos», convocaron a un paro docente. Los mecanismos burocráticos, habituales y adoptados como práctica de la conducción, son ya conocidos: las esferas dirigenciales deciden a conveniencia y necesidad de los partidos políticos que disputan poder de representatividad en el estado, los militantes del aparato multicolor bajan el mandato formateado a sus escuelas, colectan firmas y finalmente esos mandatos rubrican la medida en asamblea o reunión de delegados. Cualquier mandato, moción o propuesta genuina de base, incluso las que surgen espontáneamente, son aplacadas por los votos del aparato. Alrededor de 100 militantes profesionales, rentados o semirrentados, reforzados con militantes satélites, deciden los destinos de la lucha. Así pues, la asamblea o reunión de delegados carece de democracia.

El paro entonces, políticamente es estéril, porque no busca ser progresivo ni coordinar la lucha con otros sectores. Es una simple medida aislada utilizada como propaganda para el electoralismo de la conducción. Estas acciones recortadas, oportunistas, contribuyen al descrédito que se ejerce sobre el docente; «paro dominguero», «feriado largo» -en vísperas del día del maestro- son ataques que fácilmente suelen lanzarse desde los medios de comunicación y desde las lenguas de quienes, en su individualismo material, buscan salvarse de la crisis.

Frente a esta contradicción -gremialismo electoralista o contribución al ataque a los maestros- algunos docentes elegimos hacer el paro activo, evadiendo el funcionalismo. Si la convocatoria oficial del sindicato, en su propaganda de campaña, busca visibilidad en los medios de comunicación funcionales y parte de la maquinaria de opresión; nuestro lugar, como rechazo a esas políticas, es en las calles y en los barrios que pisamos. En esta oprtunidad, la cita se dió en Luro y Ruta 3, donde las consignas de repudio a la gobernadora Vidal se acompañaron con los bocinazos de quienes pasaban por Laferrere.

Ollas hasta el tope, burbujeante la salsa de tomate, lentejas y arroz chispeando entre alitas y ranchos de un pollo. Derrames a las brasas, ante cada revuelta de cucharón. Se acercan los muchachos que venden en el bondi, cargan las bandejitas doblegadas ante el guiso ardiente. Asoman los vecinos, se animan y prueban el manjar. Alguna sobra para los perros guardianes de la parada. Vuelven los muchachos del bondi y duplican la ración.

Como epílogo de la jornada, nos sentamos al calor de un fuego que se desvanece y un sol que va asomando. Cruzamos ideas, trazamos la organización y pensamos un nuevo lugar de referencia. Nos condicionan las conducciones, continuamos a la espera de una lucha verdadera, lucha desde abajo y donde hay que estar.

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El mundo burgués

*Por Paula Pardavila

Promediando el siglo XIX con la vieja estructura política, social y económica diluida, un “nuevo mundo” acecha, ese “nuevo orden”, que traerá consigo nuevos actores, relaciones de poder y conflictos sociales. Entran en lucha dos clases sociales antagónicas: burgueses y proletarios.

Pensemos a la burguesía –desde mi sentir, comprendiendo y despreciándola– ya que son los opresores y explotadores de la clase obrera. Reflexionando sobre los elementos que caracterizan a la burguesía veremos que tanto en el pasado como en el presente son los mismos, pero prestemos atención al «mundillo» burgués: la vestimenta, el interior del hogar, los objetos, la belleza, hipocresía, mentira y la familia. Todos elementos materiales que buscan sobresalir del status.

Ilustración: Emperador González 2019

Analizando puntualmente la vestimenta me surge la tan conocida frase “el habito no hace al monje”; en el pasado era una situación históricamente nueva, se desempeñaban nuevos roles sociales y para ello había que vestir ropas adecuadas. Paralelamente, en la actualidad, situación muy similar a la del candidato obrero vistiendo traje para la ocasión.

El hogar burgués, una falsa felicidad rodeada de objetos materiales, la cena navideña, el árbol de navidad, por nombrar solo algunos ejemplos, simbolizan la frialdad del mundo exterior y la buscada y ansiada calidez del mundo interior. En 2019 vemos rentistas disfrazados de revolucionarios, que enmarcan a la perfección esta idea de frivolidad, el interior de sus hogares rodeado de objetos, incluso pinturas de marco dorado, y en el exterior se ponen en pose de clase trabajadora (te acompaño en el frío un rato, pero continúo con mis privilegios).

La belleza era un sinónimo de decoración , los buques de vapor o ferrocarriles eran funcionales pero debían decorarse en su interior en la medida que pertenecieran al mundo burgués. Qué podemos decir de la decoración en 2019, ya sea en el hogar o en el cuerpo, impuesto por el sistema capitalista, consumismo que no discrimina a los \as que se dicen “revolucionarios”, podríamos decir “revolución del consumismo”, sus carísimas carteras, uñas esculpidas, marca por aquí, marca por allá, es ahí donde me surge una pregunta ¿Es su cuerpo y hacen lo que quieren? Porque los estereotipos están muy marcados y algunes lo siguen, o ¿sera que se los imponen?

Hipocresía, doble moral, “somos todos iguales ,pero algunos mas iguales que otros”; normas de comportamiento –determinadas por el dirigente-, son características puntuales de la burguesía de ayer y hoy. Gastar para imitar ese estilo aristocrático que tanto critican.

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Tiempos modernos para un trabajador

*Escribe Mario, estudiante en un bachillerato de adultos de Casanova

En un principio, los seres humanos vivían en comunidades, de la caza, de la pesca o cultivando. Al transcurrir el tiempo (siglo XXIII y XIX) se empezaron a desarrollar las clases sociales (esclavos, campesinos, feudales, etc). Pero a partir de la Revolución Francesa hubo cambios en los derechos de las personas y con la Revolución Industrial en Inglaterra aparece la clase obrera y grandes cambios en la producción y el desarrollo tecnológico.

Todo esto, que significaba un gran avance para la humanidad, solo trajo aparejado a lo largo del tiempo estrés, salarios bajos, explotación laboral y pobreza para el conjunto de los trabajadores, que paradójicamente y a pesar de todos los cambios tecnológicos son algunos de los temas centrales que vemos hoy en día. Además de la sociedad “mecanizada”, en lo político y cultural, en la que vivimos.

En la actualidad, la fuerza laboral tiene derechos, los cuales los protegen. Antiguamente, los trabajadores tenían que dar un extra en todas las actividades que realizaban, en donde el patrón decidía por ellos (sabiendo que es imposible e injusto someter a una persona a trabajar bajo presión y sin momentos de esparcimiento. El ser humano necesita de ello para poder tener una mejora continua en sus actividades). Es por eso, que la película “Tiempos Modernos” no solo muestra el abuso del capitalismo reflejando la ambición de los que tienen el poder económico sino que va contra todo buen modelo de administración en la actualidad, mostrando al trabajador como un engranaje más de la organización, el cuál sólo sirve para producir y generar ganancias sin importar el sentir de las personas. De esta manera, son vistas las condiciones de la clase obrera, mostrando la falta de libertad, pensamiento y desarrollo.

Imagen de la película Tiempos Modernos, toqueteada por La Rebelde

Lamentablemente, en la actualidad y en muchos lugares del mundo se sigue implementando este modelo de administración, a pesar de las nuevas tecnologías y el desarrollo humano. Es decir, se ha cambiado el método pero no de condiciones, por ejemplo la producción en serie ha dado paso a una producción más flexible y el desempeño del trabajo es mayor respecto a la calidad que a la cantidad. Pero, por vivencia propia de trabajo de 20 años en la misma empresa metalúrgica, puedo decir que cuando estamos a punto de comenzar la jornada laboral, mis compañeros y yo somos vistos como ovejas en nuestro afán de llegar a fichar a tiempo al trabajo. Todos somos iguales obedeciendo órdenes preestablecidas. Motivo por el cuál, puedo decir que no sólo todavía somos esclavos “modernos” y que la explotación del hombre sigue vigente y cómplice del sistema capitalista impuesto sino que además son favorecidos, entre otras cosas, por los grandes cambios tecnológicos.

Opinión: Más allá de lo último dicho puedo decir que la industrialización produjo enormes transformaciones en la sociedad y oportunidades de trabajo pero también trajo consigo una gran separación entre propietarios y obreros, ya que el hombre es visto como una máquina y aislado de los demás hasta el punto de ser minimizado en esta sociedad.

Mario es estudiante en un bachillerato de la escuela pública de I. Casanova y realizó este emocionante escrito ante una simple tarea: vincular los conceptos de técnica, tecnología y trabajo con la obra maestra Tiempos Modernos, de Charlie Chaplin. Se mantuvo la redacción original (aunque algún iluminado padezca su lenguaje coloquial), con algunas correcciones de puntuación, para mantener el espíritu y la impronta del estudiante.

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Electoral Circus, voten bien

Ph Rock & Roll Circus, The Rolling Stones. Toqueteada por La Rebelde

*Por Germán Grob

La oligarquía fascista

En 2015, el partido político vecinal del empresario Mauricio Macri llegó al poder mediante el voto popular. En principio resultaba difícil de comprender; aunque luego de la primera vuelta y llegando al desempate mano a mano, un rasgo de sus electores –que salían de sus cuevas como gorilas enloquecidos– destacaba por sobre cualquier argumento académico, sociológico y/o antropológico: la reacción. Ser reaccionario es una conducta que no explica la idea de la lucha de clases –aunque sus ortodoxos quieran forzarlo-, pues en Argentina en particular el espíritu de «clase media» atraviesa al grueso de la población. Todo aquel que no es pobre –entendido esto como la dificultad para alimentarse con regularidad y tener un techo– pretende ser clase media. Interesante sería hacer un análisis más profundo de lo que verdaderamente es la clase media y ahí sí, el padre nuestro del marxismo podría emplearse como argumento decisivo. Sin extenderme y por estar rodeado de ese espíritu, entiendo que el rasgo de la clase media es que se vuelve reaccionaria, gorila, odia al pobre.

Sin ese voto nadie llega al poder. Es cuestión de efectivizar ese segmento poblacional; y ese segmento depende de un clima de época, por períodos progre (izquierdista, jamás revolucionario) y por períodos derechizado (fascista, de manera explícita). Macri, con todas sus cualidades (burro, torpe, bocón, impopular, tilingo), lo capitalizó. Si no era él, hubiese sido cualquier otro. Y lo dejaron llegar, le dieron todas las ventajas, le jugaron por derecha… a la derecha.

En casi 4 años hicieron lo que las burguesías hacen en los países semicoloniales de latinoamérica: saquean, fugan y desarman lo poquito que el pueblo conquistó. Llegaron con discurso desarrollista –el filósofo Eduardo Sartelli argumenta que Macri es el mejor burgués de todos porque busca eliminar la «burguesía nacional», incorrecta e incompletamente diremos las PyMes, a favor de una verdadera burguesía– y terminaron como todas las derechas conservadoras: granero del mundo y timba financiera. Y otra vez a la bancarrota. Está claro que Macri entonces, encarna a la oligarquía, el verdugo que no podemos terminar de entender como un enemigo al que hay que eliminar de una vez. Pero esa oligarquía, de continuar en el control del estado, dejará de tirar migajas y negando la pobreza y la precarización, pues será hora de afrontar los vencimientos de deuda que están alcanzando el 100% del PBI, lo que implica sencillamente que el país debiera producir un año sin gastar un centavo, es decir no pagar ni un salario, ni una jubilación ni un solo plan social: todo lo recaudado y todo dólar exportable, destinado a la deuda. La deuda entonces es impagable y el caos total inevitable. La violencia desde el estado hacia los trabajadores, decantando hasta la clase media y ahorrista, poniendo nerviosa incluso a la clase alta será un cuadro que a fines de los 90 y con el 2001 como acto final observamos, vivimos y que no tardará en producirse. Y esa oligarquía, explícitamente fascista –la inclusión del xenófobo PJotista Pichetto lo anuncia– no abandonará el poder sin derramar sangre a discreción. La defensa del latifundio y el ensañamiento con los pueblos originarios, la desaparición y asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, junto a los presos políticos, han sido pequeñas dosis de lo que este fascismo puede desatar.

Un capitalismo serio, humanizado

Es conocida esta propuesta absurda de CFK. El capital es enemigo del trabajo, no es humanizable. No existe un pacto social, lo que siempre hubo es una lucha social, dominación de clases y resistencia de los de abajo. Cuando la jefa dice que es preciso un pacto social, está anunciando de manera encubierta que se vienen tiempos duros y que habrá que pagar los platos rotos de lo fiesta financiera de la oligarquía. ¿Quién paga la fiesta? El pueblo, siempre ha sido así. El saqueo que estamos sufriendo a manos de las empresas de servicios, ¿cómo lo van a frenar? ¿Expropiando? El robo feroz de los bancos y peces gordos, que están fugando la riqueza producida por los laburantes y las virtudes de nuestras tierras, ¿cómo lo van a compensar? ¿Expropiando? Está claro que no. El delfín del PJ K es liberal, afecto al empresariado; podemos recordarlo furioso por la pseudoexpropiación de YPF, dadas sus funciones de asesor de la petrolera a manos de Repsol. CFK apuesta a Alberto Fernández por varios y complejos motivos, aunque dos podemos vislumbrar: elude ser responsable directo de un ajuste antipopular y sigue jugando por derecha, el clima político que mejor le sienta a la falsa conciliación de clases.

La farsa del parlamentarismo

Nos queda para este análisis la más farsante de todas las opciones electorales. En principio es menester expropiar etiquetas, quitar caretas y abordar conceptos teóricos. Comencemos pues diciendo que el parlamentarismo burgués es una farsa. La resistencia a las leyes y medidas que se aplican y se aplicarán aún más severamente contra el pueblo trabajador, no se resisten votando negativamente o contramocionando proyectos, se resiste en la acción directa. Si algo ha caracterizado a los partidos, movimientos, satélites y organizaciones afines al marxismo, trotskysmo, leninismo y todos los istmos que imaginemos, durante el gobierno más duro con los de abajo de las últimas décadas, es su constante defección. No es casual que las derrotas permanentes coincidan con las bancas alcanzadas en los diferentes niveles parlamentarios.

Los sindicatos y comisiones internas que conduce el FIT han llevado a los trabajadores a perder todas las luchas. AGR, Pepsico, Interpack y el particular caso de los docentes nucleados en el Suteba. Sería escandaloso que sus dirigentes o adherentes quisiesen contraargumentar con supuestas victorias de sectores como aceiteros –que se explica sencillamente por ser un ámbito de producción ligado al modelo sojero, que necesita de esa fuerza de trabajo– o trabajadores del neumático donde con absoluto desparpajo los referentes del FIT explican como victoria la postergación hasta octubre de los despidos. Estos sindicatos, utilizados como trampolín político, están mostrando su burocratización y su más lamentable pero esperable faseta, la persecución y difamación de aquellos trabajadores que no declinan ni esperan por una pasiva acción, en lo que ejercen una suerte de policía del pensamiento para aniquilar al disidente –el PO, con un aparato bochornoso, como comisario de estas prácticas-.

Las etiquetas de «izquierda», «gobierno de los trabajadores», «sindicalismo combativo» y «diputados obreros» son no más que eso, rótulos. Un diputado no es un trabajador, es un funcionario de la burocracia del estado, no produce nada. Si fue trabajador, ahora ha sido cooptado por la burguesía dominante y sus instituciones. En esta línea de análisis, la doctrina trotskysta de utilizar al parlamento como tribuna de agitación y propaganda, constituye un pilar más de la falsa democracia burguesa –la pata izquierda del sistema– pues jamás ha sido efectiva y lleva décadas de práctica. Es oportunismo y placer por las instituciones del estado. Se entiende entonces que esta «izquierda» lavada, maquillada, no tiene un programa político de clase. Cuando vemos en sus consignas que las fábricas, las empresas de servicios, deben estar bajo control obrero, lo que ocultan es que deben ser comandadas por sus dirigentes y los trabajadores cooptados por esos dirigentes, una comandancia de camarillas. Cuando manifiestan que hay que nacionalizar la banca, hay que recordarles que todos los bancos son usureros, aún los del estado; por tanto, los bancos y el sistema financiero deben ser eliminados. De otras consignas ridículas, como sindicalizar a las fuerzas represivas o que los diputados cobren salarios de maestros, huelgan las palabras, ¿un verdugo de garrote es menos verdugo por tener patrón sindical? ¿Llega a fin de mes un maestro si se regocija con el salario bajo de un burócrata del estado?

La propuesta de esta «izquierda» maquillada es también burguesa, pequeñoburguesa, hilando fino. Un modelo de inclusión de las clases populares, con consumo, fin del cuento. ¿Qué es esto, si no es PJtismo explícito? Lo son en las prácticas sindicales y lo son también en las construcciones de listas. Este engendro del FIT Unidad ha incorporado la flamante figura de la defensora de latifundistas –porque Vilma «estuvo con el campo»-. Al fin y al cabo, para entrar en la foto hay que agacharse como Romina y cambiarse el look como Manuela; y ahí sí, todos forman parte del circo.

¿Qué hacer?

Un trabajador no necesita que nadie lo ilumine. Sabe perfectamente en su fuero íntimo lo que padece y qué solución dará meter un papelito en una urna. Lo que debemos asumir es que se vienen tiempos aún más duros, violentos, y que esta farsa electoral no nos va a eximir de padecer. Habrá que seguir resistiendo y comenzar a buscar formas de organización dignas, porque las burocracias sindicales de todos los colores, con sus hermanos mayores, los partidos políticos patronales o de patrones intelectuales, le han abierto camino electoral al gobierno oligarca de Macri, y entonces debemos entender que todos son cómplices de este desastre social.

El escritor de esta nota de opinión, en tercera persona como el 10, expresa que no votará a nadie y deja a consideración del lector la imputación de todos los improperios que le vengan en gana.

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