Bodegón proletario

Ph La Rebelde

*Escribe Antonio Berger

En Yrigoyen y Perón, hacia el corazón de San Justo, se dan cita los laburantes. Resulta una esquina ineludible, 3 paradas de bondis, el 620, el 174 o el 338 que nutren a los barrios por la Ruta 3 y los fondos de Castillo. La necesaria combinación o por exigida recalada, a fuerza del rugir de las tripas, obligan al obrero a parar en Lo de Guille.

Sábado de marzo, mediodía, el letrero anuncia un salpicón de ave. Como opción acorde a los tiempos que corren -de birrerías que desplazan al vermú- se ofrece una cerveza de botella verde y papas fritas al verdeo. Desbordan la bandeja para que los comensales reconozcan la ventaja que suponen frente a Santa, cuyas fritas se cuentan de a pocos dedos. El sencillo menú se ajusta a los cuerpos de albañiles, pintores y obreros de las fábricas: minutas, parrilla y sanguchería. Las mesas de exterior, bajo el alero y al calor de un tibio sol, obligan a la espera. Hacia adentro, los ventiladores a media marcha disipan los aromas; sólo hay lugar en el sector de camisetas del fútbol argentino, Chicago, Los Andes, Vélez y Belgrano invitan a ocuparlas. La estética obrera es inapelable, tatuaje del Momo en una pierna, la banda del plomero de Mataderos en un brazo, escudos y nombres de niños en pieles de genética mestiza.

Un grupo de simpatizantes del cuadro de Boedo discute la estrategia frente al clásico Huracán. Degluten el asado con ayuda de un Michel Torino, un Branca, la soda o una Coca.

El apuro por volver obliga al sánguche de a pié. La cola se confunde con aquella de los bondis de Yrigoyen, se prolonga por Perón para el lado de Morón y termina con la deserción de quien opta por morfar hacia el fin de su jornada.

No hay tregua para los mozos, son 2 en rigor. Un muchacho y su compañera intercalan atenciones, tratan a los clientes por igual y muestran sorpresa y gratitud cuando algún laburante deja la propina como prueba de su conciencia de clase. Guille abandona el armado de pedidos y echa una mano a los mozos cuando no dan abasto con las mesas. Refriega con un trapo, junta los platos y ahí va, hay lugar para uno más.

Lo de Guille es una referencia, la opción primera para los laburantes de La Matanza. Es un bodegón proletario, por precio y calidad.

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