Archivo de la etiqueta: Antonio Berger

Vivir como un croto

Reseña sobre Bepo, vida secreta de un linyera, de Hugo Nario

Ilustración La Rebelde

*Escribe Antonio Berger

– Cuando termine la Secundaria me voy a ir a recorrer el país viajando en trenes de carga – dijo uno de los pibes, con una ramita en la boca mientras daba un tironcito hacia abajo a la visera de su gorra.

– Dicen que no te cobran el pasaje – agregó uno de sus socios – .Y continuaron panza arriba, a la sombra de los pinos en la plaza del Jardín.

Así soñaban los muchachitos del interior algunas décadas atrás, aquellos categorizables en clases sociales excluidas del beneficio de las vacaciones en familia. Tal vez no quedasen, en los ‘80, viajeros de cargueros; sin embargo sus historias, mitos y leyendas subsistían en tiempo presente como alimento para quienes fantasearan con practicar una vida errante y de boleto abierto.

Linyeras, crotos, cirujas. Descalificativos que hoy aluden a quienes deambulan por las calles, aunque hace casi un siglo el linyera o croto concretaba la búsqueda plena de la libertad, viajando, compartiendo momentos y, en mayúsculas, trabajando a propia voluntad. Cuenta Hugo Nario, de sus charlas con Bepo y de los cuadernos del protagonista, la vida del linye durante dos décadas. Hacia la década del ‘30, muy pibe, Bepo deja su ranchito de chapa en Tandil, arma la linghera – aquel atadito de ropa que de su fonética en italiano deriva en linyera – y se encamina hacia las vías. Recorre Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Cuyo, conchabándose como bracero en el maíz, la zafra o la vendimia. A la carrera y de un salto hacia los techos del convoy, entre el fuego que devora pastizales o al frío que parte los dedos sujetados al vagón. Cada tanto vuelve Bepo a sus pagos, sin demora acude al llamado de la vida libertaria y toma para el ramal Rosario-Puerto Belgrano, aquel que parte desde el sudoeste bonaerense, muere a orillas del Paraná y asegura un viaje sin gambetas a policías deseosos de encanar linyeras bajo acuse de mugrientos.

¿Qué es lo que lleva a un ser humano a esa vida errante, acechada de peligros? Bepo responde en su biografía: “en la vía voy a encontrar la libertad que la civilización me niega”. Ser croto es perder la noción del tiempo; ranchar en las estaciones junto a compañeros y desconocidos, volver a arrancar y parar en algún arroyo de paisaje pintoresco sin fecha de partida, engañar al estómago con mate y restos de galleta y a la vía, otra vez, para ofrecerse en changas o hacer la cosecha, juntar unos pesos para días o semanas solventando churrasquitos, alguna frazada y alpargatas. Porque el linye de ley no es un mendigo, el linye de ley comprende que su dignidad no está en la caridad. Ha elegido no someterse al sistema de explotación humana, aunque sabe que para subsistir debe trabajar, cediendo por períodos.

La vía no es romántica. Todo tipo de peligros acechan al linyera. Dentro de ese submundo de vagabundos convive el lumpenaje, aquellos que mendigan, los que roban al propio compañero, delatan, se prostituyen y hostigan sexualmente. Así Bepo aprendió a dormir en estado de semivigilia, con el fierrito atizador de brasas predispuesto y a mover para otra ranchada, cuando las compañías no son buenas.

En términos políticos, los linyeras como Bepo fueron hombres cultos hijos del criollaje pobre o de las primeras oleadas inmigratorias. Una transición del gaucho al proletario; si el mestizo de las pampas se resistía a la explotación y vagaba por las llanuras alimentándose de todo bicho que camine – sin comprender al animal como propiedad privada – el croto rechazará el trabajo alienante en pueblos y ciudades de la floreciente patria agroexportadora, ya sin pingo, aún errante y sin patrón. Gaucho y linye son anarquistas, los primeros sin saberlo, sus sucesores por formación. En 1934 se produce la huelga de los linyeras, los mayores braceros en la cosecha del maíz. Piden un aumento de 5 centavos por bolsa, la voz se corre de boca a boca entre los caminantes y por las vías, sin jefes ni partidos; a la distancia manifiesta su apoyo la FORA. Como toda huelga, finalmente se diluye. Resulta interesante comprender que algunos chacareros de aquellos tiempos, los patrones del bracero, estaban de paso por tierras ajenas en las que trabajaban. Dice Bepo: “no logro conciliarlos con la imagen del burgués prepotente y explotador contra quienes creíamos luchar”. Años después, muchos de esos chacareros quedarán en la ruina y terminarán croteando a la par de los braceros. La década siguiente, con la aparición del peronismo se produce un fuerte crecimiento estatal y un sindicalismo cooptado por el Estado. Las relaciones laborales intervenidas por ministerios e inspectores. El patrón es obligado a dar trabajo a los braceros bajo contratos, dando fin al trabajo libre de los linyeras. Si para algunos el arbitrio del Estado mediante el sindicato supone condiciones favorables para el trabajador impidiendo abusos del patrón, para el linyera anarquista implicó el fin de sus días en las vías. Afiliarse a sindicatos cuyo fin es cómplice de la explotación humana, papeles burocráticos que reglamentan cuándo, dónde, cómo y qué debe hacer el trabajador estaban fuera de la libertad que los linyeras practicaron por décadas.

Así fue obligado a abandonar los rieles el hombre libre errante. Bepo se resistió a sacar boletos y viajar como un burgués. No pudo con su espíritu y a bordo de un carro por los caminos rurales de Buenos Aires pidió a los durmientes su jubilación.

(…) Comíamos una paleta de la oveja cazada al mediodía. Yo tenía los dedos brillosos de grasa, me puse a pensar en cosas y sonreí.

¿Qué le causa risa, “mon ami”?

Estaba yo recordando en ese momento algo que le había oído decir en Tandil un Primero de Mayo a González Pacheco: la propiedad es un robo.

Frase de Proudhon, un pensador anarquista – me dijo –. ¿Lo piensa por la expropiación de esta mañana? Y a usté ¿ qué le parece?

¡Que esta paleta está superior! – Y nos pusimos a reír como dos chicos (…)

Ver más en Textos bajos

Bodegón proletario

Ph La Rebelde

*Escribe Antonio Berger

En Yrigoyen y Perón, hacia el corazón de San Justo, se dan cita los laburantes. Resulta una esquina ineludible, 3 paradas de bondis, el 620, el 174 o el 338 que nutren a los barrios por la Ruta 3 y los fondos de Castillo. La necesaria combinación o por exigida recalada, a fuerza del rugir de las tripas, obligan al obrero a parar en Lo de Guille.

Sábado de marzo, mediodía, el letrero anuncia un salpicón de ave. Como opción acorde a los tiempos que corren -de birrerías que desplazan al vermú- se ofrece una cerveza de botella verde y papas fritas al verdeo. Desbordan la bandeja para que los comensales reconozcan la ventaja que suponen frente a Santa, cuyas fritas se cuentan de a pocos dedos. El sencillo menú se ajusta a los cuerpos de albañiles, pintores y obreros de las fábricas: minutas, parrilla y sanguchería. Las mesas de exterior, bajo el alero y al calor de un tibio sol, obligan a la espera. Hacia adentro, los ventiladores a media marcha disipan los aromas; sólo hay lugar en el sector de camisetas del fútbol argentino, Chicago, Los Andes, Vélez y Belgrano invitan a ocuparlas. La estética obrera es inapelable, tatuaje del Momo en una pierna, la banda del plomero de Mataderos en un brazo, escudos y nombres de niños en pieles de genética mestiza.

Un grupo de simpatizantes del cuadro de Boedo discute la estrategia frente al clásico Huracán. Degluten el asado con ayuda de un Michel Torino, un Branca, la soda o una Coca.

El apuro por volver obliga al sánguche de a pié. La cola se confunde con aquella de los bondis de Yrigoyen, se prolonga por Perón para el lado de Morón y termina con la deserción de quien opta por morfar hacia el fin de su jornada.

No hay tregua para los mozos, son 2 en rigor. Un muchacho y su compañera intercalan atenciones, tratan a los clientes por igual y muestran sorpresa y gratitud cuando algún laburante deja la propina como prueba de su conciencia de clase. Guille abandona el armado de pedidos y echa una mano a los mozos cuando no dan abasto con las mesas. Refriega con un trapo, junta los platos y ahí va, hay lugar para uno más.

Lo de Guille es una referencia, la opción primera para los laburantes de La Matanza. Es un bodegón proletario, por precio y calidad.

Ver más en Ramos Generales

¡Te vamos a tirar abajo!

Captura original de la película La livertá,toqueteada por La Rebelde

*Escribe Antonio Berger

En el documental La livertá (2014), de Gustavo Gzain, Osvaldo Bayer acusa al tirano. Desde una ventana mira su monumento, tan fastuoso como frío; el viejo libertario se dirige a este genocida inmutable, se enoja, hace pausas, gira y contempla la Plaza de Mayo. Finalmente lo advierte, a Roca y a su clase, la oligarquía argentina. Una memorable escena cuyo diálogo dice así:

«Julio Argentino Roca, le pertenece el monumento más grande de Buenos Aires, apenas 90 metros del Cabildo, ese maravilloso Cabildo de un Manuel Belgrano, de un Castelli, de un Moreno, que… ¡cómo defendieron a los pueblos originarios! Y vos los llamabas los salvajes de los bárbaros, pero te vamos a tirar abajo, te vamos a desmonumentar. Pero ¿Sabés a quién vamos a poner allí? A quién lo merece, a la mujer de los pueblos originarios ¡Que vos esclavizaste! Ya te vamos a bajar, porque acordate una sola cosa: la ética finalmente triunfa en la vida; y el recuerdo, el recuerdo y el honor es para los que defendieron la vida y no los que sembraron la muerte»

Ver ficha de la película

Ver más en Otra Historia

De la histeria al fascismo

Reseña libre sobre La peste, de Albert Camus

*Escribe Antonio Berger

La novela y su trama

Hace más de 60 años, en 1947, el francés Albert Camus publicaba esta novela de 200 y pico de páginas (edición Maestros de la literatura contemporánea, Sudamericana). Comienza con una cita: «Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente es representar algo que existe realmente por algo que no existe» (DANIEL DE FOE). La historia recrea una prisión a cielo abierto; en una ciudad, Orán, Argelia. Es absurdo creer que una ciudad puede convertirse en una cárcel, solo la ficción y la genialidad de un tipo como Camus estimula estas fantasías. Veamos; en principio la peste es cosa de otros, de otras regiones. Cuando cruza las puertas de nuestros territorios es cosa de los más brutos, en general los pobres, porque son sucios. Como reguero de pólvora comienza a esparcirse y cuando queremos acordar está sentada en nuestra mesa; allí es necesario negarla, ocultarla. Hasta que aparecen los muertos.

El personaje principal, Tarrou, cronista a quien Camus interpela insistentemente –tal vez sea él mismo– dialoga con el doctor Rieux y afirma al respecto de su incansable lucha contra la muerte (…)«las victorias de usted siempre serán provisionales»(…) A lo que responde el doctor, «eso no es razón para dejar de luchar».

Cuando la peste suprime la tabla de valores

Como toda lectura, la de este libro deja ideas, análisis, reflexiones y la búsqueda de una correspondencia con el mundo en el que vivimos. Por estos días de peste y cuarentena declarada por el Estado argentino se evidencia lo inhumano hecho ley, norma, decreto. ¿Cómo es posible que tengamos que recluirnos a 4 paredes, imposibilitados de la libre circulación? Toda persona que pueda transmitir alguna peste, con síntomas o en padecimiento, por humanidad debiera recluirse y solicitar tratamiento. ¿Debemos entrar en un nivel de locura tal, de denunciar a nuestros vecinos o seres queridos para que las fuerzas represivas de ese Estado intervengan? En una primera fase entramos en histeria colectiva, luego mostramos conductas fascistas.

El Estado semicolonial es un perro faldero del imperialismo, de las potencias centrales; va por detrás y a los saltitos tomando las medidas que le recomiendan o le ordenan. El absurdo es evidente: cuarentena en estamentos del Estado e instituciones educativas, es decir todos aquellos asalariados que ese padre protector puede resguardar; mientras en los transportes públicos los laburantes de la economía en negro y los del sector privado en resistencia a perder ingresos viajan como latas de sardinas. ¿Qué sucedería si la cuarentena se extiende y la paralización de la economía se recrudece? El Estado deja de recaudar y sus asalariados protegidos dejarán de percibir remuneración, al tiempo que los trabajadores del sector informal, los perjudicados de siempre y los primeros en sufrir todas las crisis llevarán tiempo de hacer piruetas para alimentarse y pagar sus cuentas. Por tanto, no es ninguna tontera la necesidad extrema que conduzca a hacerse de alimentos por la fuerza.

Calma, paz, tranquilidad; los gobernantes pueden ser burros, incultos, gatos y tíos, pero no tontos. Antes de llegar a los saqueos, ocultar cifras de la peste y taladrar las cabezas de los ciudadanos presos en sus ciudades –cansados y aburridos como en la obra de Camus-, mediante la maquinaria de las cajas bobas serán la vacuna que todos recibiremos para la peste de un sistema que no tiene cura.

Ver más en Textos bajos