Breaking Bad (2008), el cuento del Tío Sam

*Por Donato Di’ Nunzzio

El mandato social del norte, el sueño americano, nos ha falseado desde los orígenes de la Gran Nación la posibilidad de ser tu propio patrón. El Tío Sam vela por usted, lo observa, lo protege. Si llega a los Estados Unidos, se esfuerza, continúa esforzándose y –ante todo– si es un buen ciudadano, el gran país del norte proveerá libertad, y lo mejor, sin dudas, es que trabajará para usted mismo. Un canto a lo imposible, una oda a la infamia, pues ninguna riqueza se produce sin explotar a otros. El verdadero llamado del Tío Sam es algo así como «déjese explotar, perviértase y luego será otro rufián más, con ciertas libertades».

Póster Tío White

Walter White se ha esforzado, se graduó en la universidad y ha realizado descubrimientos importantes en el campo de la química; con todo, el Tío Sam le falló. Bien, el Tío Sam jamás se equivoca, Walter White deberá esforzarse aún más para satisfacer el sueño del Tío. Walter enseña en una escuela secundaria del sur fronterizo, es apasionado por transmitir conocimientos y se frustra con sus arrogantes estudiantes adinerados. El profesor White tiene dificultades económicas, hace trabajos extra en un lavadero de autos, se avergüenza de ello. Se sonroja frente a la mirada del Tío Sam. Un buen día, su salud es acorralada por el cáncer, sus finanzas y el sistema médico del Tío Sam también lo ponen contra las cuerdas.

Jesse Pinkman pudo ser otro joven afortunado bajo la tutela del Tío Sam. No lo fue, el camino de las drogas lo sedujo y el culto necio al mandato social de una familia tipo de la clase media [norte] americana, lo apartaron del progreso. Jesse Pinkman carece de afecto, va y viene por la barrera semipermeable de ese entorno familiar; busca su oportunidad de redimirse con el Tío Sam -¡Claro joven! Un disfraz de gomaespuma y panfletos en la calle es lo que puedo dar.

Jesse Pinkman y Walter White deciden ir tras el sueño [norte] americano. Si hacer fortunas requiere de violencia, ingenio y traiciones, que así sea, el mal camino es lo que hace falta para contentar al Tío Sam.

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