Electoral Circus, voten bien

Ph Rock & Roll Circus, The Rolling Stones. Toqueteada por La Rebelde

*Por Germán Grob

La oligarquía fascista

En 2015, el partido político vecinal del empresario Mauricio Macri llegó al poder mediante el voto popular. En principio resultaba difícil de comprender; aunque luego de la primera vuelta y llegando al desempate mano a mano, un rasgo de sus electores –que salían de sus cuevas como gorilas enloquecidos– destacaba por sobre cualquier argumento académico, sociológico y/o antropológico: la reacción. Ser reaccionario es una conducta que no explica la idea de la lucha de clases –aunque sus ortodoxos quieran forzarlo-, pues en Argentina en particular el espíritu de «clase media» atraviesa al grueso de la población. Todo aquel que no es pobre –entendido esto como la dificultad para alimentarse con regularidad y tener un techo– pretende ser clase media. Interesante sería hacer un análisis más profundo de lo que verdaderamente es la clase media y ahí sí, el padre nuestro del marxismo podría emplearse como argumento decisivo. Sin extenderme y por estar rodeado de ese espíritu, entiendo que el rasgo de la clase media es que se vuelve reaccionaria, gorila, odia al pobre.

Sin ese voto nadie llega al poder. Es cuestión de efectivizar ese segmento poblacional; y ese segmento depende de un clima de época, por períodos progre (izquierdista, jamás revolucionario) y por períodos derechizado (fascista, de manera explícita). Macri, con todas sus cualidades (burro, torpe, bocón, impopular, tilingo), lo capitalizó. Si no era él, hubiese sido cualquier otro. Y lo dejaron llegar, le dieron todas las ventajas, le jugaron por derecha… a la derecha.

En casi 4 años hicieron lo que las burguesías hacen en los países semicoloniales de latinoamérica: saquean, fugan y desarman lo poquito que el pueblo conquistó. Llegaron con discurso desarrollista –el filósofo Eduardo Sartelli argumenta que Macri es el mejor burgués de todos porque busca eliminar la «burguesía nacional», incorrecta e incompletamente diremos las PyMes, a favor de una verdadera burguesía– y terminaron como todas las derechas conservadoras: granero del mundo y timba financiera. Y otra vez a la bancarrota. Está claro que Macri entonces, encarna a la oligarquía, el verdugo que no podemos terminar de entender como un enemigo al que hay que eliminar de una vez. Pero esa oligarquía, de continuar en el control del estado, dejará de tirar migajas y negando la pobreza y la precarización, pues será hora de afrontar los vencimientos de deuda que están alcanzando el 100% del PBI, lo que implica sencillamente que el país debiera producir un año sin gastar un centavo, es decir no pagar ni un salario, ni una jubilación ni un solo plan social: todo lo recaudado y todo dólar exportable, destinado a la deuda. La deuda entonces es impagable y el caos total inevitable. La violencia desde el estado hacia los trabajadores, decantando hasta la clase media y ahorrista, poniendo nerviosa incluso a la clase alta será un cuadro que a fines de los 90 y con el 2001 como acto final observamos, vivimos y que no tardará en producirse. Y esa oligarquía, explícitamente fascista –la inclusión del xenófobo PJotista Pichetto lo anuncia– no abandonará el poder sin derramar sangre a discreción. La defensa del latifundio y el ensañamiento con los pueblos originarios, la desaparición y asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, junto a los presos políticos, han sido pequeñas dosis de lo que este fascismo puede desatar.

Un capitalismo serio, humanizado

Es conocida esta propuesta absurda de CFK. El capital es enemigo del trabajo, no es humanizable. No existe un pacto social, lo que siempre hubo es una lucha social, dominación de clases y resistencia de los de abajo. Cuando la jefa dice que es preciso un pacto social, está anunciando de manera encubierta que se vienen tiempos duros y que habrá que pagar los platos rotos de lo fiesta financiera de la oligarquía. ¿Quién paga la fiesta? El pueblo, siempre ha sido así. El saqueo que estamos sufriendo a manos de las empresas de servicios, ¿cómo lo van a frenar? ¿Expropiando? El robo feroz de los bancos y peces gordos, que están fugando la riqueza producida por los laburantes y las virtudes de nuestras tierras, ¿cómo lo van a compensar? ¿Expropiando? Está claro que no. El delfín del PJ K es liberal, afecto al empresariado; podemos recordarlo furioso por la pseudoexpropiación de YPF, dadas sus funciones de asesor de la petrolera a manos de Repsol. CFK apuesta a Alberto Fernández por varios y complejos motivos, aunque dos podemos vislumbrar: elude ser responsable directo de un ajuste antipopular y sigue jugando por derecha, el clima político que mejor le sienta a la falsa conciliación de clases.

La farsa del parlamentarismo

Nos queda para este análisis la más farsante de todas las opciones electorales. En principio es menester expropiar etiquetas, quitar caretas y abordar conceptos teóricos. Comencemos pues diciendo que el parlamentarismo burgués es una farsa. La resistencia a las leyes y medidas que se aplican y se aplicarán aún más severamente contra el pueblo trabajador, no se resisten votando negativamente o contramocionando proyectos, se resiste en la acción directa. Si algo ha caracterizado a los partidos, movimientos, satélites y organizaciones afines al marxismo, trotskysmo, leninismo y todos los istmos que imaginemos, durante el gobierno más duro con los de abajo de las últimas décadas, es su constante defección. No es casual que las derrotas permanentes coincidan con las bancas alcanzadas en los diferentes niveles parlamentarios.

Los sindicatos y comisiones internas que conduce el FIT han llevado a los trabajadores a perder todas las luchas. AGR, Pepsico, Interpack y el particular caso de los docentes nucleados en el Suteba. Sería escandaloso que sus dirigentes o adherentes quisiesen contraargumentar con supuestas victorias de sectores como aceiteros –que se explica sencillamente por ser un ámbito de producción ligado al modelo sojero, que necesita de esa fuerza de trabajo– o trabajadores del neumático donde con absoluto desparpajo los referentes del FIT explican como victoria la postergación hasta octubre de los despidos. Estos sindicatos, utilizados como trampolín político, están mostrando su burocratización y su más lamentable pero esperable faseta, la persecución y difamación de aquellos trabajadores que no declinan ni esperan por una pasiva acción, en lo que ejercen una suerte de policía del pensamiento para aniquilar al disidente –el PO, con un aparato bochornoso, como comisario de estas prácticas-.

Las etiquetas de «izquierda», «gobierno de los trabajadores», «sindicalismo combativo» y «diputados obreros» son no más que eso, rótulos. Un diputado no es un trabajador, es un funcionario de la burocracia del estado, no produce nada. Si fue trabajador, ahora ha sido cooptado por la burguesía dominante y sus instituciones. En esta línea de análisis, la doctrina trotskysta de utilizar al parlamento como tribuna de agitación y propaganda, constituye un pilar más de la falsa democracia burguesa –la pata izquierda del sistema– pues jamás ha sido efectiva y lleva décadas de práctica. Es oportunismo y placer por las instituciones del estado. Se entiende entonces que esta «izquierda» lavada, maquillada, no tiene un programa político de clase. Cuando vemos en sus consignas que las fábricas, las empresas de servicios, deben estar bajo control obrero, lo que ocultan es que deben ser comandadas por sus dirigentes y los trabajadores cooptados por esos dirigentes, una comandancia de camarillas. Cuando manifiestan que hay que nacionalizar la banca, hay que recordarles que todos los bancos son usureros, aún los del estado; por tanto, los bancos y el sistema financiero deben ser eliminados. De otras consignas ridículas, como sindicalizar a las fuerzas represivas o que los diputados cobren salarios de maestros, huelgan las palabras, ¿un verdugo de garrote es menos verdugo por tener patrón sindical? ¿Llega a fin de mes un maestro si se regocija con el salario bajo de un burócrata del estado?

La propuesta de esta «izquierda» maquillada es también burguesa, pequeñoburguesa, hilando fino. Un modelo de inclusión de las clases populares, con consumo, fin del cuento. ¿Qué es esto, si no es PJtismo explícito? Lo son en las prácticas sindicales y lo son también en las construcciones de listas. Este engendro del FIT Unidad ha incorporado la flamante figura de la defensora de latifundistas –porque Vilma «estuvo con el campo»-. Al fin y al cabo, para entrar en la foto hay que agacharse como Romina y cambiarse el look como Manuela; y ahí sí, todos forman parte del circo.

¿Qué hacer?

Un trabajador no necesita que nadie lo ilumine. Sabe perfectamente en su fuero íntimo lo que padece y qué solución dará meter un papelito en una urna. Lo que debemos asumir es que se vienen tiempos aún más duros, violentos, y que esta farsa electoral no nos va a eximir de padecer. Habrá que seguir resistiendo y comenzar a buscar formas de organización dignas, porque las burocracias sindicales de todos los colores, con sus hermanos mayores, los partidos políticos patronales o de patrones intelectuales, le han abierto camino electoral al gobierno oligarca de Macri, y entonces debemos entender que todos son cómplices de este desastre social.

El escritor de esta nota de opinión, en tercera persona como el 10, expresa que no votará a nadie y deja a consideración del lector la imputación de todos los improperios que le vengan en gana.

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