El nuevo rock de las cavernas. 30 años de ¡Bang Bang!

*Por Miguel Colipán

En la vertiginosa cotidianeidad de la semana escuché, o leí, de soslayo o al pasar que se cumplían 30 años de ¡BANG! ¡BANG!… ESTAS LIQUIDADO. Dejo en pausa los recuerdos hasta hoy, domingo de octubre de 2019, húmedo hasta el hartazgo y pongo el cd copiado y con artesanal reproducción del arte de disco. Mientras suena el héroe del whisky van tomando color las memorias de aquella vez en que escuché bang bang. Verano del ’98, ’97, o ’99. Por supuesto, algunos rocanroles los conocía de ante mano. La historia es que subo al Falcon rojo de Don Vicente, los pibes desertores de la secundaria vuelven a nuestros pagos desde la costa donde el sol sale y se pone sobre el mar. Pasamos el puesto de policía, Daniel pone 3ra. con la palanca al volante y acompaña los coros de Ropa sucia. El autoreverse va dando lugar a Un pac man en el Savoy, mientras los muchachos van cayendo de a uno en su morada. El penúltimo abre su puerta y desahoga su resaca. ¿Será que «cañito de metal» alude al viejito que bailotea como pollo desquiciado? Nos preguntamos antes de dar un profundo silencio y disfrutar del interminable solo de Beilinson en La parabellum. El menor de Don Vicente me deja en casa y advierte, «Skay lo vió a Hendrix en un bar de Inglaterra».

Vuelvo a darle play al discman conectado al equipo de audio, bajo el volumen, hojeo el «librito» con la obra de Goya, curado con el arte de Rocambole. Sin dudas es el disco que más escucho de los Redondos, ahora de viejo; y es que tiene el mejor tangorock por lejos, inmortalizado en Esa estrella era mi lujo.

No se van a juntar, perdí mi oportunidad de verlos en su esplendor, esa que jamás se me ofreció. Con el Indio despechado y sus fantasmas omnipresentes, con Skay reclamando en sus canciones de solista. Me quedan los recuerdos cargados de detalles, alguna kermesse de auditorio y el piojo en algún bar; 5 discos originales que aguantaron los trapos a los rastreros y las copias delicadas de factura autogestiva que tanto aborrece su propietario intelectual.

Esa estrella era mi lujo
Era todo?, pregunté
(soy un iluso)
No nos dimos nada más
solo un buen gesto.
Mordí el anzuelo una vez más
(siempre un iluso)
Nuestra estrella se agotó
y era mi lujo.
Ella fue por esa vez
mi héroe vivo
Bah! Fue mi único héroe en este lío.
La más linda del amor
que un tonto ha visto soñar
metió mi rock’n roll bajo este pulso.

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