Somos una chispa en la Historia

*Escribe Paula Pardavila

Hacía unas semanas que una compañera me había dado el contacto, tenía un papel con el número, dí vueltas unos días y me animé a llamarlo. Una charla telefónica era suficiente para mí, pero me invitó a su casa.

Así es como me encontré en un día lluvioso de septiembre del 16, corriendo al 113 de San Justo a Belgrano, tenía mucho viaje, pensaba cómo sería el encuentro y qué iba a preguntar. Bajo del bondi, hago unas cuadras mirando el papelito con el mapa que me había armado –parece que no tan bien– porque me perdí; le pregunto a un diariero, quien me indica con la precisión que sólo dá la calle, mi destino.

En la puerta me tomo unos minutos para observar y sacar unas fotos, toco timbre; por un pasillito angosto se asoma y me dice -Pase, la estaba esperando.

Estaba muy nerviosa, me encontraba frente al tipo con más historia. Entrando no me alcanzaban los ojos para mirar todo el lugar, era literalmente una vida entre libros y periódicos, en todos los sentidos; se veía pero además se respiraba, olía a Historia, sin duda aquí no había llegado la tecnología.

Me indica el camino y nos sentamos a charlar en el jardín que tanto había visto por fotos o vídeos, donde le hicieron miles de entrevistas, lugar que siempre imaginé mágico. Y así lo fue, enredaderas, muchas plantas, libros e Historia.

Se acerca Zulma (la señora que lo ayudaba), nos presenta y me dice -Nosotros somos una familia. Ella me cuenta que empezó a hacerle compañía hace bastante tiempo. Zulma no tenía hogar, su marido se había quedado sin trabajo, tenían dos pibes y ya no podían pagar alquiler, entonces el viejo libertario les dijo «vengan a vivir aquí con tu compañero e hijos», como una muestra más de su ideología.

Zulma nos preparó un café con leche, como pocas veces en la vida me había quedado sin palabras, no podía dejar de observarlo todo; en un momento mis nervios me permiten decirle que era profesora de Historia, fue el puntapié para una larguísima y apasionada charla, anarquismo, amor, libertad, ideales y por supuesto nuestras vidas personales, le interesaba saber como estábamos en la escuela pública aquí, en el conurbano, ¿él me entrevistaba a mí?

De a poco mis nervios iban desapareciendo. -¿Le puedo preguntar por su exilio? -Claro me dice, te voy a contar ,pero primero que nada te voy a preguntar si te gusta el vino. -Por supuesto, le contesto. -Pues bien, entonces tomaremos vino y comeremos empanadas, comenta sonriendo; fue un momento único. -Una vez leí por ahí que usted duerme entre libros, ¿era una metáfora verdad? -Seguime, me abre la puerta de su habitación. No podría explicar lo que sentí, pero realmente era cierto, dormía entre libros, las patas de la cama eran periódicos apilados, un escritorio, la pluma, todo absolutamente hermoso.

La charla quedará por siempre en mi mente y esas imágenes en mi retina. Al momento de partir le agradezco por recibirme, por escribir, por comprometerse, decir con la palabra y sostener con el cuerpo, por la lucha, el amor, la rebeldía.

Me mira, me dice -Gracias por luchar por la educación publica, por creer, no renuncies nunca a tus convicciones, no vas a tener nada material, pero vas a tener el orgullo de no haber renunciado a tus ideas. Hasta luego camarada.

Estaba helada, tenia lágrimas en los ojos, me quede un rato en la puerta, había estado en la casa de Osvaldo, un libertario, un soñador, un tipo que nos va a dejar siempre el mensaje de lucha y libertad.

(…)“Hay rebeldes cuya rebeldía sólo les alcanza para dejarse el pelo largo y dejar boquiabierta a su chica, y hay otros cuya rebeldía los impulsa a lanzarse a una lucha tremenda, marginados por la sociedad, habitantes de un submundo de violencia, dureza y sangre”.(..) Osvaldo Bayer.

 

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